sábado, 9 de enero de 2016

Los polémicos Reyes Magos.




Ahora que pasó la artificial tormenta es momento de hablar sobre los Reyes Magos.
Cuando yo era niño, salíamos a esperarlos a la carretera de Madrid. Toda la chiquillería de Astorga con “mechizos” o con teas de aceite - sin más iluminación en la noche helada- vociferábamos sus nombres; Mechor,,, Melchor… Gaspar… Gaspar… Baltasar… Baltasar… y el más afortunado lograba coger  tres o cuatro caramelos.

La cabalgata era cabalgata, es decir, los  Reyes cabalgando, que es lo que significa “cabalgata”. Cada Rey con un page tirando de un ronzal y a ambos lados otros cuatro o cinco pages para que ningún niño se metiera debajo de las patas de los caballos. 

Los ropajes de los Reyes, con capas de armiño, siempre eran los que habían imaginado e inmortalizado en  eternas obras de arte los grandes artistas de la historia como Rubens, Velazquez, El Greco  según ancestrales tradiciones que  también habían imaginado a los Magos adorando al Niño Jesús en el Portal de Belén.

Pero llegó  un año en que la desilusión triunfó sobre la alegría. Dejamos de ser niños y nos convertimos en adultos: dejamos de Creer en los Reyes Magos

El Rey Melchor, a pesar de ser el auténtico, con atuendos exóticos  de Oriente y una corona perfectamente labrada en metal que parecía oro, ante la avalancha de niños  a los que los pages no podían contener, se enfadó, y con gesto de preocupación  y por miedo a un accidente grave, con acento lingüístico de un pueblo cercano dijo: “apartavos…. apartavos…” 

En aquel momento, por ese detalle, dejó de ser el Rey Mago de los niños y se convirtió en un disfraz casi perfecto de un hombre inculto.

Nunca he tenido claro si esta tradición que tiene a los niños el vilo es buena o mala para las psiques infantiles. Yo la mantuve con mis niños después de preguntarle a un psicólogo infantil que me dijo que no, que no hacía daño.



De lo que estoy seguro es de que, este año, miles de niños, más niños de la cuenta,  han pasado a ser adultos al ver las coronas de papel  y atuendos distintos a los de Rubens, Velázquez o El Grego.

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