martes, 9 de abril de 2013

El internado en Salamanca


https://steemit.com/spanish/@jgcastrillo19/mi-infancia-y-adolescencia-en-el-colegio
Quiero que quede claro que nuestra infancia escolar no fue en toda España tan desafortunada como veo que está de moda decir, aunque nuestro aprendizaje de inglés fue lo peor de la enseñanza, y los de mi edad acarreamos ese lastre.

En el colegio Maestro Ávila de Salamanca, enfrente de la Facultad de Medicina, los curas Operarios Diocesanos eran cultos. Yo nunca vi ni el más mínimo atisbo de pederastia como otros vieron en otros colegios de curas. Teníamos cineforum una tarde a la semana, taller de artes plásticas donde, a los que se nos daba el dibujo y la pintura, nos lo pasábamos pipa. Los laboratorios de química y las prácticas con sodio(Na) explotando en un tarro de agua nos entusiasmaban. Las enseñanzas musicales de piano y otros instrumentos, seleccionados, eso sí, los que más cualidades teníamos para el solfeo, marcaron una impronta artística en los niños. Las dos misas solemnes del coro y orquesta el día de la Inmaculada y el día de San Manuel Domingo y Sol, el fundador del colegio, de Mozart y Beethoven eran apoteósicas: dos conciertazos. A los internos –había externos y mediopensionistas- nos despertaban los altavoces de los dormitorios con música clásica. Todavía puedo tararear la quinta, la sexta, la séptima y la novena sinfonía de Bethoven, pegadizas al oído mientras nos  arreglábamos por la mañana y mientras nos cepillábamos los dientes antes de acostarnos en los lavabos al lado de los dormitorios.

Había un handicap por el que protestábamos cuando nos obligaban en las mañanas frías de invierno a hacer gimnasia en “meyba” y camiseta  en el patio hasta que entrábamos en calor corriendo. Eso si, nos obligaban, con severa imposición, a ir a misa todos los días, no sólo los domingos como toda la gente. Eso era lo más aburrido del colegio.

Había una pega, también “eso sí”: los más pillastres seleccionábamos interesadamente a los amigos externos y mediopensionistas que tenían las hermanas y primas más guapas, para, disimuladamente,  estar con ellas los domingos por la mañana, después de la misa cuando se llenaban los patios de sus familias, porque el colegio era sólo de chicos.

Los curas, no se metían en política. Solo recuerdo una anécdota al respecto: el profesor de gimnasia era impuesto en todos los colegios por el régimen franquista pero sólo en una ocasión se lo notamos. En nuestro caso era un gimnasta contorsionista, campeón en varios deportes. Esperaba paseando por el pasillo a que saliéramos al patio a clase de gimnasia, mientras el profesor de historia, un cura rubio que se llamaba José María Frechel Merino, nos explicaba lo que había sido la II República y que vivíamos en una dictadura militar.  “El bigotera”, que así apodábamos al de gimnasia por sus poblados bigotes y su nombre era el “Señor Segado”, entró en la clase sin pedir permiso y amonestó al cura diciéndole que no siguiera con aquella explicación y que se atuviera a las consecuencias. Hubo una buena trifulca.

Creo que pecaban los curas de educarnos mal en el sentido de que azuzaban en nosotros el orgullo de sacar las mejores notas en las reválidas de cuarto y de sexto, -(el Maestro Ávila siempre era el de mayor número de sobresalientes y notables en Salamanca)-, donde se comparaban los resultados de todos los colegios e institutos.
Cada cual cuenta la feria según le va en ella. Yo sólo tengo buenos recuerdos. Por eso ni soy anticlerical, ni odio a la Iglesia. Ya sé, ya sé que este escrito va en contra de la moda.
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sábado, 6 de abril de 2013

El euskera no procede del dogón



Hoy publica “El diario de Navarra” un artículo titulado "El euskera podría proceder del dogón, hablado en Malí", reseñando un amplio trabajo de lingüística comparativa del profesor Jaime Martín. 

La lengua dogón está diversificada en varios grupos humanos de tal manera que a veces entre unos grupos y otros no se entienden porque se han diversificado a lo largo de su historia.

miércoles, 3 de abril de 2013

Barretina y gorro frigio

Se atribuye a Herodoto  que los frigios procedían de Tracia. Desde Tracia emigraron a Mikra Asia (actual Turquía) Allí encontraron a Armenios y los colonizaron con la consiguiente mezcla de elementos llingüísticos. Hay tanta similitud entre el gorro frigio y la barretina de los payeses catalanes  que nos hace pensar en un origen medieval común, solamente medieval, no multimilenario, por supuesto. Es una propuesta de investigación. 

Dos enigmáticas esculturas en piedra me hacen pensar, relacionar, y comparar:




1.- Una  es el famoso alquimista de la catedral de Notre Dame. ¿Alquimista? ¿No será más bien un maestro cantero oriental que quiso inmortalizarse al lado de los pináculos de su obra  y así inmortalizarse contemplando  orgulloso su obra? De la observación de la estatua no se desprende ni un solo rasgo que haga pensar en un alquimista, sin embargo, el gorro frigio que cala es indudable.


2.- La otra es la famosa “mona” de la catedral de Jaén. 




La imaginación caliente de alguien asoció esta estatua de un hombre, nada menos que a una mona, cuando es bien clara la postura sentada al modo oriental del hombre, por qué no  también maestro cantero contemplando su obra arquitectónica desde las alturas. Además, lo que lleva en la cabeza no es un turbante, como se ha escrito, sino una barretina, evolución natural del gorro frigio usado por los canteros. En esos tiempos finales de la Edad Media y Renacimiento dio tiempo suficiente a esa evolución en la confección del primer gorro frigio importado desde tierras armenias a Europa. De las múltiples  interpretaciones que se han dado, amén de asignarle también el oficio  de alquimista, la más rocambolesca ha sido asimilarlo a Baphomet, concepto inventado  de algo inespecífico, inexistente y nunca descrito que Felipe IV de Francia y Nogaret urdieron para exterminar a los templarios. 


Hemos de fijarnos  en la esquina izquierda de la portada del mediodía de la catedral de Ciudad Real donde se exhibe una considerada hasta ahora enigmática figura: el busto de un hombre que observa todos los que han de entrar al templo. No es más que el autorretrato del maestro cantero, maestro de obras, arquitecto en suma, que quiso perpetuarse. ¿Quién ha dicho que el artista medieval prescindía del afán de autoría de su obra en aras de entrega absoluta a la divinidad? Siguiendo la misma trayectoria que el maestro cantero frigio de la catedral de París o el maestro cantero frígio de la catedral de Jaén otro experto escultor-cantero-maestro se inmortaliza en un lugar cercano y visible, el más visible de todos. No es una mera decoración como hasta ahora los historiadores del arte han calificado: