martes, 29 de enero de 2013

Vasco y Armenio. Estado de la cuestión.


Antoine Meillet en París, en los años 30, era la autoridad lingüística indiscutida. Sentaba cátedra con sus opiniones. Pero algunas de  sus opiniones se habían forjado bebiendo en la fuente de la tradición de la historia sagrada predicada en el siglo XIII por el obispo Jiménez de Rada y cultivada por los clérigos vascos hasta el siglo XX. Esta tradición de que el idioma vasco procedía del nieto de Noé y que ya se hablaba en tiempos del diluvio universal, se había metido en las mentes de los vascos marcando una impronta casi indeleble. No obstante había sido contestada tímidamente por algunos profesores europeos de lingüística. Pero en ese tiempo, lo que dijera Meillet iba a misa.

Contradecir al sumo sacerdote de la lingüística europea Antoine Meillet era poco menos que una blasfemia intelectual. Meillet creía con pasión casi religiosa en el método de la escuela comparatista, que sólo se fijaba en los elementos fonéticos de las lenguas siguiendo leyes ciegas  en su evolución histórica. Según lo que se sabía en el momento, era imposible sacarlo de ese pozo y sentó cátedra diciendo que, a pesar de que algunos lingüistas veían elementos iguales entre las lenguas armenia y vasca, había un hecho diferencial que anulaba cualquier atisbo de relación: sentenció que el vasco no procede del indoeuropeo y el armenio sí que procede del indoeuropeo y de ahí concluyó que si se encontraba alguna semejanza entre palabras del euskera y del armenio sólo era fruto de la casualidad. Lo dijo Meillet y todo mundo a callar y a “empollar” los apuntes para aprobar la asignatura de lingüística en las distintas universidades.

Pero un mozo curioso y estudioso, un poco más joven que Meillet, de los que ahora no abundan, se metió en la universidad de Estrasburgo a estudiar nada menos que Armenio en la cátedra del profesor Hübschmann; y lo aprendió bien. Aquel mozo alemán llamado Joseph Karst, llegó a ser profesor de la misma universidad de Estrasburgo y se atrevió a contradecir al santón de la lingüística Meillet.

Karst, sintió curiosidad por las opiniones de su colega inglés Edward Spencer Dodgson, quien ya había estudiado ciertas relaciones del vasco y el armenio, pero que en Francia habían sido ninguneadas.

Karst aprendió vasco y una vez que sabía vasco y armenio y los comparaba se le encendieron otras luces en su cerebro, que le hicieron desechar el dogmatismo de Meillet. Publicó un artículo en el año 1911 titulado “La situación étnica de los armenios” en el que tímidamente abordó unas consideraciones lingüísticas, pero todavía aplicando la losa de las leyes fonéticas comparatistas. Y comparó, mediante esas leyes, alguna palabra, deduciendo que, en su evolución, cada una por su lado, procedían del mismo étimo, compartían la misma etimología, o lo que es lo mismo, procedían de la misma palabra.

No contento, siguió profundizando en las dos lenguas y publicó otros libros en los que encontraba más “teselas” (la metáfora es mía) con las que intentaba reconstruir el gran mosaico del origen de la lengua vasca.
Los diez últimos años de su vida trabajó incansablemente pero murió sin publicar su último libro que se conservaba en un cajón de su escritorio: “Ensayo sobre el origen de los vascos, iberos y pueblos afines”;  pero se murió, y su aportación quedó truncada. Un halo de misterio envuelve el silencio y olvido de Karst por parte de los estudiosos oficiales del vasco en las universidades del país vasco, a pesar de haber escrito que las tribus alorádicas, es decir las tribus armenias más antiguas y las vascas fueron idénticas en raza y en lengua. Esto lo dice en el libro titulado “Alarodiens et Proto-Basques: Contribution à l’ethnologie comparée des peuples asianiques et liby-hespériens.”



Tengamos en cuenta, aunque es evidente, que Karst todavía no tenía ni idea de la historia de los pueblos cristianos armenios que se expandieron, huyendo de matanzas, por todo el norte África hasta Canarias, y que luego se funden con otras tribus formando los bereberes; y, por supuesto, estaba muy lejos de los descubrimientos genéticos actuales. Pero observa en el vasco y el armenio coincidencias en los sonidos en las palabras y hasta en la gramática. Todavía no se había explorado el concepto fonemático, por eso sólo habla de sonidos y no de coincidencia de fonemas. Habla todavía rudimentariamente, según la nomenclatura de su momento, del sonido “ f ” para decir que no existe en ambos idiomas. (Sabemos que, según Wartburg, el idioma vasco es la causa de la desaparición en castellano de la “efe” inicial latina). Y también habla de que vasco y armenio comparten el fenómeno lingüístico de la metátesis para eludir la acumulación de consonantes.

Cuando observa identidades gramaticales es cuando siente que debe contradecir al maestro Meillet. Pero influenciado por la creencia vasca de la ascendencia primitiva y aislada del idioma euskera no duda en advertir que el armenio se había formado sobre los patrones del euskera. Es decir, al revés.
Ve identidades en cuanto a los formantes de declinación, en la afirmación y la negación y sus derivados, la formación del grado comparativo de los adjetivos donde el vasco y el armenio son iguales.
Y sobre todo logra encontrar el caso “ergativo” del idioma vasco en el armenio, lo que corona las investigaciones en cuanto a las identidades de los dos idiomas.

En el plano léxico, documenta más de trescientas palabras iguales o tan próximas en la articulación, que sólo el espacio que las separa y unos siglos sin contacto explican las pequeñas diferencias fonéticas.

Después del concienzudo estudio durante años, con el que Karst concluye a través de la ciencia lingüística que el pueblo armenio y el vasco son dos pueblos hermanos ¿a qué se ha debido este olvido por parte de los señores sacerdotes y otros intelectuales vascos?

Yo pondría la mano en el fuego por que el catedrático Luis Michelena, el mayor vascólogo, no conocía las conclusiones de Karst, porque, de haberlas conocido, algo le hubiéramos oído en las clases en Salamanca. Incluso hubiera presumido de genes armenios. Aunque la grave persecución política que sufrió del franquismo, con cárcel incluida, no es extraño que marcara  una impronta en su personalidad que le impidiera emprender otros caminos de la investigación que se salieran del tradicionalismo vasco en cuanto que el euskera no tiene nada que ver con ninguna lengua del mundo. No obstante, Michelena no tuvo la suerte de estudiar en Alemania -estudió en la cárcel-, por lo que es más explicable que se le escaparan las obras de Karst.

Pero más extraño es que  Antonio Tovar, que fue Rector de la universidad de Salamanca, y buen amigo de MIchelena, y que además había estudiado en Alemania, se le escaparan las obras de Karst sobre el euskera, cuando era un tema que también a él le interesaba, y sobre el que también investigaba, y sobre el que escribió un libro y un diccionario etimológico vasco en el que ni menciona el armenio ni ninguna de las investigaciones de Karst.

Los lingüistas armenios del momento, cuando Armenia era una república soviética, tampoco quisieron saber nada de las investigaciones  de Karst, hasta que el Profesor de la universidad de Erevan, el políglota Dr. Vahan Sarkisián estudió y publicó los hallazgos de Karst.

¡Ha tenido  que ser un armenio quien nos ha abierto los ojos y nos ha recordado que no solo Karst en el siglo XX, sino que antes, ya Esteban de Garibay, Andrés de Poza y Baltasar de Echave vislumbraron coincidencias del vasco y el armenio sobre todo en los nombres de lugares.

Después de estudiar esta historia de los hechos, hay  que concluir que, gracias a la investigación de Koldo Zuazo -catedrático de la Universidad de Vitoria-, con la que demuestra que el euskera es una única lengua hasta el siglo XV, y que a partir del siglo XV se diversifica en varios dialectos, es radicalmente imposible que haya sido una sola lengua durante miles de años y, de golpe, se haya roto esa unidad y se haya dividido en más de  20 dialectos. Con las investigaciones de Joseph Karts en la mano y sabiendo  la intimidad de cruzados y templarios con los armenios, los mayores artesanos de la piedra y la madera hasta la Edad Media, ¿podía echarse en el olvido seguir investigando? Escarbando y escarbando, son muchas las teselas  perdidas del gran mosaico, las que van apareciendo.

El día que cesé en mi labor docente en  Málaga, pronuncié esta conferencia:

http://www.jgcastrillo.com/2013/07/el-armenio-se-habla-en-el-norte-de.html

martes, 15 de enero de 2013

CARAJO, etimología de origen incierto.

Con respecto a la palabra “carajo”, gallego “carallo, con significado de “verga”, existe una coincidencia, cuando menos curiosa, con el armenio: “աքաղաղ”  pronunciado algo así como [a` ka R gag] , digna de estudio. Espero más información  lingüístico- histórica de primera mano, por si hubiera que profundizar más o,por el contrario, abandonar el estudio. No obstante se hace mucho más difícil, siendo un término coloquial en cualquier lengua y por lo tanto lejos de consideraciones filológicas.

sábado, 12 de enero de 2013

Amando de Miguel comenta sobre el origen común del vascuence y el beréber


Jesús García Castrillo vuelve a recrearnos con su hipótesis sobre el origen del vascuence. Frente a la creencia admitida de que se trata de una lengua milenaria, don Jesús defiende que el euskera no tiene más de 900 años. Es un resultado de la evolución del armenio. La diáspora de los armenios en la Edad Media supuso que los gremios de canteros de esa etnia emigraran a muchos lugares de Europa (principalmente el Sur de Francia y el Norte de España) y del Norte de África. El vascuence o el beréber son idiomas derivados de esa emigración. De esa forma se explica la sospecha de Koldo Mitxelena sobre la proximidad de los dialectos vascos. Esa proximidad es la pista de que el idioma original no debe de ser muy antiguo. El hecho es que no hay documentos ni inscripciones en vascuence anteriores al siglo XI. Don Jesús ha rastreado unas 600 palabras que son iguales en armenio y en vascuence. En su día la hipótesis me pareció difícil de aceptar, pero reconozco que resulta estimulante. (Amando de Miguel)

jueves, 3 de enero de 2013

VASCO Y ARMENIO (Muruzabal y Santa María de Eunate) "...si un armenio viene a Euskadi las paredes le hablan, entendemos muchas de las cosas que vemos escritas. Comprendemos sin problemas por ejemplo, qué significa Zabaltegi, u Ormazabal..., porque significa exactamente lo mismo en armenio que en vasco. Nos sentimos como en casa.”









Se le ha querido dar mucha importancia, por su exclusividad arquitectónica, a los tragaluces de Santa María de Eunate, iglesia navarra del siglo XI o XII.







Los tragaluces ya eran esenciales en los templos cristianos armenios primitivos  subterráneos, excavados a maza y cincel en la roca, y, por supuesto, en las ciudades subterráneas de Cilicia, y Capadocia.



Entrada a la basílica armenia excavada en roca. Por aquí comenzaron a excavar  y extraer las esquirlas de roca de todo el vaciado.

Vestíbulo





Tragaluz horadado en la roca desde el interior
Tragaluz de otra basílica  subterránea armenia, excavada en la roca
Interior



Después, cuando construían templos con sillares, la concepción arquitectónica para dar luz al interior seguía el mismo esquema. Nuestras construcciones románicas, no revisten sólo una influencia sino que suponen el trasvase de las construcciones cristianas primitivas de Mikra Asia y del Cáucaso a Occidente, en la Edad Media.
















Por supuesto, la arquitectura árabe  de algunos edificios, al salir de las tiendas de pieles  del desierto y expandirse en sus conquistas, se inspiró en los tragaluces de las construcciones conquistadas, que no sólo servían para dar la luz al interior sino como tiros  de aire para regular la temperatura caldeada  en el interior y la densidad del vapor de agua. Si bien, las formas estrelladas y en forma de lágrima dan un carácter estrictamente ornamental y por lo tanto estético únicamente. Bien patente está en el “hammam” de la Alhambra (baño que se reservó la reina Isabel para su uso después de la conquista de Granada, cuando cambió de hábitos higiénicos y descubrió que los baños proporcionaban no solo salud sino placer y bienestar; y descubrió la seda para su ropa interior como sustituta de la tosca arpillera castellana





Cuando  los cristianos armenios construyeron el monasterio de Khor Virap en la forma que se conserva hoy, ya habían descubierto, evidentemente, que no hacía falta colocar los tragaluces en las cubiertas sino en los muros.









El ábside de Santa María de Eunate es una copia exacta, hecha de memoria, sin planos dibujados,  del ábside armenio. 







Esta pequeña “tesela” (acéptese la metáfora) del gran mosaico que seguimos encontrando y reconstruyendo, junto con alguna otra de índole lingüística siguen afianzando nuestra hipótesis: Europa y más concretamente España, recibió aluviones humanos en la Edad Media venidos desde el Cáucaso.

La “tesela lingüística" (siga aceptándose la metáfora), la constituye el topónimo “Muruzabal”

Decía el Profesor Vahan Sarkisian, palabras textuales:

 "...si un armenio viene a Euskadi las paredes le hablan, entendemos muchas de las cosas que vemos escritas. Comprendemos sin problemas por ejemplo, qué significa Zabaltegi, u Ormazabal..., porque significa exactamente lo mismo en armenio que en vasco. Nos sentimos como en casa.”

Es indiscutible que “zabal” en armenio siempre significó “ancho” y por lo tanto, en las modalidades lingüísticas del país vasco este significado es el más generalizado.

En cuanto a la primera parte “muru” de la palabra compuesta “muruzabal”, persiste la discusión sin resolver entre Corominas y algún profesor de la Universidad del País Vasco, que dice que procede de una deformación de “buru”, que en vasco significa “cabeza”.


Joan Corominas defendía que “muru” era la misma palabra latina “murus”, lo cual sería verosímil dada la gran cantidad de elementos latinos que forman las distintas modalidades del euskara.
Pero afianzando nuestra hipótesis, los lingüistas vascos han defendido que procede de “buru” con el significado de “cabeza” en sus más amplios significados de “principal”, “eminencia”,  o “fundamento”... Esta misma palabra es la armenia antigua “puru” y “pur” con el mismo significado de “cabeza” que todavía se conserva en algunas variantes de la lengua armenia actual.

Tanto si se hace prevalecer una como otra acepción, afianzamos con esta “tesela lingüística” nuestra hipótesis de que el armenio de la Edad Media configura fundamentalmente la lengua euskara en su proceso de formación.