domingo, 25 de marzo de 2018

El Santo Grial de León



He oído decir a un indocumentado que la Semana Santa es una fiesta para festejar la llegada de la primavera, cuando es la conmemoración de la Muerte y Pasión de Jesucristo y la manifestación pública de la fe cristiana mediante representaciones escénicas y escultóricas en toda España y países donde la religión cristiana es profesada por la mayoría de habitantes.
Hoy, Domingo de Ramos, voy a recordar mi diálogo con una amiga de Facebook hace cuatro años.
Desde luego, es muy raro que en la Edad Media, se escogieran dos cuencos de piedra datados en el siglo I de nuestra era y se engarzaran en ellos medio kilo de oro y las más preciadas joyas para que sirviera de cáliz en las celebraciones religiosas, sobre todo para conmemorar esa Pasión y Muerte de Jesucristo. Sin duda esta copa tuvo un significado excelso y celebrado.
El diálogo fue el siguiente:
jgcastrillo: Cuando salga el libro de Margarita Torres Sevilla,y José Miguel Ortega del Río sobre los dos cuencos de ónice unidos por láminas de oro de la más exquisita orfebrería medieval con gemas valiosísimas engastadas en él opinaré con más conocimiento de causa, pero ya tiene muy buena pinta la fundamentación de la tesis sobre su origen y significado: el Santo Grial.
Este cáliz conocido por su pertenencia a doña Urraca, y la cruz de doble brazo del tesoro de Astorga, 

cruz que, al parecer, era la reliquia más preciada del castillo de los templarios de Ponferrada siempre han sido mis dos joyas preferidas, por lo enigmáticas, por lo bellas y por lo valiosas. Espero con impaciencia la edición del libro que revela las peripecias del cuenco de Jesucristo en su última cena desde Jerusalén hasta León.
María Pérez: Pero esta Cruz y el Cáliz son impresionantes, y cuando uno piensa en su Historia, por las manos que habrán pasado,...se queda uno alelado imaginando y soñando
jgcastrillo: En mi novela "El enigma de Baphomet" hay algo de autobiografía. Mira esta página: 
" Un día, al terminar las clases de la tarde, con el otoño bien entrado, salimos de la academia, corriendo, a comprar una peseta de castañas asadas, y las fuimos comiendo hasta el atrio de la catedral.
Raúl me dijo:
—Ven conmigo, que subiremos al campanario. El pertiguero me conoce y conoce a mi familia, y me deja entrar por todos los vericuetos. Verás qué risa. Tengo que enseñarte en la sillería del coro un mono tallado en madera chupándose la pilila, y muchos, muchos secretos que no sabe nadie. Pero, según le dé, porque otras veces me dice que el Magistral le va a echar la bronca si me ve hurgando en las piezas del tesoro, y se niega en redondo. Hace unos días me decía que viniera yo una noche, que se oían los lamentos de las ánimas de todos los cadáveres que hay enterrados dentro.
—¿Y viniste? —le pregunté asombrado.
—No, no, ¡menudo miedo!
Llegamos hasta el pertiguero que nos recibió cariñosamente con una sonrisa y son apacible. De pie, vigilante, contemplaba las multicolores nubes del crepúsculo con las llaves de todos los cerrojos ensartadas en un aro. A su lado, en el suelo, un serillo que contenía un puchero humeante y dos manzanas reinetas
—¡Hola, Raúl! ¿Venís a oír las ánimas?
—Déjanos subir al campanario, que le voy a enseñar a mi amigo la campana María.
—Hoy ya es muy tarde para eso. Son muchos escalones y si os pasa algo yo soy el que me la cargo. Para eso venís por la mañana cuando suba el campanero. Si quieres, le enseñas a tu amigo el tesoro y los libros viejos durante este rato antes de que cierre, que estoy esperando a...
Raúl tropezó con el serillo.
—¡Cuidado! —le dijo sujetándolo— ¡Que derramas el caldo! Es la limosna del obispo para el mendigo del pie cortado, la cena de cada día. Estoy esperándolo. Mira, ya se ha derramado un poco. Se ha manchado la servilleta. Venga, pasad dentro que está al llegar el mendigo, y cuando le dé la limosna, cierro.
Yo le pregunté:
—¿Hay libros de apellidos?
—Aquí hay de todo, hay nombres, apellidos, escrituras de todos los obispos desde Nuestro Señor Jesucristo hasta nuestros días. Pero tú no puedes entender las letras, para eso hay que haber estudiado mucho. No las entiendo ni yo siquiera. Venid que os los enseño. Os dejaré tocar las esmeraldas y el oro; la cruz de oro de los templarios, no se la dejo tocar a nadie, sólo a Raúl y a ti, por supuesto —me dijo—. Pero los libros ni tocarlos, sólo verlos; nada más que verlos porque se les rompen los hilos de bramante con los que están cosidos los cueros.
El pertiguero Prudencio no podía imaginar que me estaba inoculando el veneno de la curiosidad y la afición a la filología
Al cabo de unos años, cuando ya estudiaba en la universidad de Salamanca, escudriñé el archivo de Astorga, los libros de bautismos en las parroquias cercanas y todos los pergaminos a los que tuve acceso..."
María Pérez: Uff, increíble suerte la tuya!
jgcastrillo: El pertiguero no se llamaba Prudencio. Se llamaba Emilio. A última hora cambié los nombres verdaderos por los seudónimos para los personajes de la novela.
María Pérez: Y la campana? Mi abuelo me contaba los nombres e historias de las campanas pero tristemente ya no me acuerdo, aunque eso de María... Recuerdas el nombre de la otra u otras?
jgcastrillo: Que yo recuerde: La Prima, La Sardinera, las Pascualejas, las Feriales... No recuerdo ahora más, pero seguro que si miro papeles, me sale alguna más....

Y dicho sea de paso: recomiendo que por lo menos una vez en la vida hay que pasar una Semana Santa en Málaga.