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La historia de Martín Castriello, desde su ingreso en el Temple —después de haber desaparecido Gelvira y de haber supuesto que de nadie más se enamoraría—, hasta el día de la fuga, en estampida, de la fortaleza templaria de Ponferrada, fue de noble caballero en varias campañas, con la suerte de no haber sido herido gravemente en ninguna.
Era un verdadero veterano de guerras. Había ido y venido tres veces a las cruzadas.
El asedio de los trescientos caballeros del rey en el castillo de Ponferrada lo pilló poco antes de partir por cuarta vez rumbo a Sicilia; logró escabullirse y salió con lo puesto. Sólo pudo coger su caballo con las alforjas vacías, pero en una de ellas había escondido su daga, que le sería imprescindible en su nueva vida; y también, con furia, arrancó del candelabro una vela que encontró a su paso y la metió azorado en la otra alforja.