El mejor sabor de boca que queda después de pronunciar una conferencia, no son, ni mucho menos, los aplausos ni los elogios, casi siempre inmerecidos, ni siquiera el valor en sí de la misma conferencia, que siempre es discutible, sino las nuevas amistades que surgen.
Cuando me han invitado a hablar sobre “Realidad y ficción en las novelas históricas” lo hemos pasado todos estupendamente. Ah, y lo mejor de todo, las intervenciones espontáneas de los asistentes al final.
CONFERENCIA
Señoras y caballeros: (presentación protocolaria clásica)
Lo primero que tengo que decir antes de comenzar la charla, es que, aunque a los lectores de mis libros pueda parecerlo,
yo no soy un historiador al uso, por eso, cuando tan amablemente me han invitado a compartir este rato con ustedes, he respondido, sinceramente, que no estaba seguro de, si este destacado lugar me correspondería, porque no ha sido mi cometido añadir elementos nuevos a la investigación histórica del Temple. Ha habido muchos e insignes profesores en todas las Facultades de Historia, de la talla de por ejemplo (Helen Nicholson por no citar a otros tantos, de cuyos libros yo me he aprovechado).
Mi interés por el Temple tiene su origen en mi etapa de estudiante en Salamanca.
Durante mis años universitarios, tuve la inmensa suerte de haber recibido enseñanzas en Salamanca, entre otros insignes profesores de distintas facultades, de los historiadores Bernardino Llorca y José Ignacio Telechea Idígoras. Tras sus lecciones y conferencias sobre los templarios me entusiasmé con múltiples lecturas al respecto y, cuando creía que las había agotado porque ya se repetían los datos, forjé en mi mente esta visión de los siglos XII, XIII y comienzo del XIV, tanto de la vida cotidiana en los pueblos y por los caminos, como de la vida oficial en palacios, catedrales y monasterios.
Cuando me decidí a situar la novela en el contexto de la aniquilación del Temple, en los mismos días en los que el gran maestre era quemado en la hoguera de París, sí tuve que profundizar en los hechos históricos relatados, de gran trascendencia para la historia, no sólo de Europa, sino, yo diría que, para la historia de la Humanidad.
( Proyección del Castillo de Ponferrada)
Circunscribí el libro, narrando las peripecias de los tres últimos templarios del Castillo de Ponferrada: aunque, en realidad se desconocen sus verdaderos nombres, yo los he llamado Martin, Roderico y Rechivaldo.
(Ilustración tres templarios)
Cuando pensaba en la arquitectura de la creación literaria no tuve más remedio que acudir a pergaminos medievales.
(pergamino 294)
donde aparecieran referencias y datos del castillo; escrituras de donaciones, contratos, incluso litigios y pleitos de sus monjes guerreros. disputas que mantuvieron con los abades de los monasterios cluniacenses como el de San Pedro de Montes, ubicado en las cumbres de los montes Aquilanos, a pocas leguas del castillo templario de Ponferrada.
Del castillo templario de Ponferrada se conserva un relicario del "lignun crucis", una cruz de oro macizo de doble brazo, que en la actualidad se exhibe en el museo de la Catedral de Astorga; pero no se conserva ningún escrito, así que no tuve más remedio que estudiar la colección de pergaminos del monasterio medieval de San Pedro de Montes,
(pergamino 297)
que era el monasterio benedictino más cercano. Esa colección se llama “El Tumbo Viejo del Monasterio de San Pedro de Montes”.
Al estudiar la numeración de los códices me encontré con que le faltan diez manuscritos, A esta carencia yo la consideré de vital importancia. Nada mejor, me dije, que un enigma en medio de otros muchos datos para comenzar una investigación, pero no de ensayo historiográfico, sino una investigación novelística.
Estos diez documentos, por más que buscaba, no aparecían por ninguna parte. Se habían perdido. Y esta situación impactante es la que tomé como un hilo literario del que tirar, que me sirviera para hacerme creer a mí mismo que comenzaba un libro partiendo de la nada, partiendo de la no existencia, haciéndome creer a mi mismo que, más que una investigación, intentaría componer una obra de arte, la más auténtica,-los resultados tienen que decirlo los lectores- donde sólo interviniera la imaginación y el folio en blanco.
Bien pronto me di cuenta de que, la vanidad de todo artista me habla conquistado, porque de la nada es imposible sacar algo, y casi me consideré un blasfemo, y más planificando la peripecia en un concreto y conocidísimo momento histórico en los albores del siglo XIV.
No obstante, la imaginación empezó a volar hasta derroteros insospechados; y en ese devenir se me agolpaban en la mente, hechos históricos: veía a Jacques de Molay y a sus templarios ardiendo en las hogueras, mientras que a otros templarios los veía, en sus barcos atracados en el puerto de La Rochelle, veía que desplegaban las velas signadas con su inconfundible cruz paté de cuatro brazos iguales huyendo Atlántico adentro con cofres llenos de oro, veía a los templarios de Ponferrada huyendo por los montes Aquilanos a través de Portugal por la senda de los templarios vIvos, amén de otras situaciones posibles de aquellos terribles años.
Llegué a imaginar a Nogaret, ministro de Felipe IV de Francia, enfermo grave, y que el físico templario Gotier lo curaba ganándose sus favores, y no sólo curaba al ministro malvado sino al mismo rey Felipe IV el Hermoso, a quien más que este apodo, mejor le hubiera correspondido el de “usurero".
Llegué a soñar, como cuando era niño, una noche de sueño profundo, con una película en la que encarnaran a mis tres templarios de Ponferrada, los artistas más famosos del momento:
Cuando desperté del sueño, volví a la realidad de lo cotidiano.
Recordé apasionadamente el devenir de toda mi vida intelectual y recordé que: hasta tercer curso de mi carrera, creía que eran ciertas todas las citas antiguas que leía.
Fue a partir de entonces, cuando, curioso, buscaba dónde estaba el escrito de Ptolomeo, o el de Herodoto, o el de Cicerón... y resultaba que no existían... que todas eran citas supuestas, que eran tradiciones orales de transcripciones de otras transmisiones orales, de tergiversaciones y de esas, copias y copias medievales.
Total, como para fiarse de la autenticidad de las citas.
Ni siquiera conserva el Cristianismo de su tesoro más sagrado sino unos trocitos de papiros de los escritos originales de los Evangelios.
Concluí que Todo lo escrito anterior al siglo XI hay que ponerlo entre interrogantes, incluso los textos incisos en piedra, porque a veces nos encontramos con falsificaciones vergonzosas.
Como la trama de mi novela se iba a desarrollar a principios del siglo XIV, no tuve más remedio que aplicarme en cuando a documentación y estudio diplomático, pues contaba con tratados históricos y autoridades académicas de las que tomar datos y datos.
Permítanme el inciso: "La ventaja de plantear el descubrimiento del “Enigma de Baphomet” como una novela, y no como un ensayo, es que nunca tendré que dar más explicaciones que las que se desarrollan en la novela”.
Aquí tenemos la primera escritura, el pergamino de Arias Didaz, del que parte la investigación y sigue la intrincada peripecia novelística, imbricada, a su vez, con la peripecia de mi primer libro.
(Proyección del pergamino de Arias Didaz)
Este pergamino ya lo habían descubierto dos personajes de mi primera novela, dicho sea de paso, novela, titulada "EI BACO”,
(mostrar el libro)
que encantó a los miembros del jurado del premio Planeta 93 y después de una larga discusión -yo estuve presente, pues como finalista de aquel premio fui invitado a la cena en un hotel de Barcelona- le dieron el premio a una novela de Vargas Llosa.
Pero no quiero dispararme por esos derroteros de lo que suponen esos premios literarios internacionales, porque no creo que sea este el lugar adecuado.
Volviendo a lo del principio:
En esa nebulosa intelectual en la que me movía de paleografía, y estudio filológico de documentos me planteé si lo que mi imaginación me dictaba, pudiera haber sido cierto; y, como fruto maduro, llegó el momento en que la ficción y la realidad se dieron la mano.
Por eso decidí realizar el mismo viaje que Martín el templario de Ponferrada, el principal personaje de mi novela; y me lancé a tierras asiáticas donde al templario leonés Martín de Castriello, había perdido o le habían robado los escritos de la novela, en aquellos primeros años del siglo 14.
Pensé hacer el viaje en barco hasta Turquía para ser más auténtico,
(proyección del “Mapa de Martín”)
pero decidí coger un avión y aterrizar en Nevsehir, en el centro de Capadocia para recorrer los mismos caminos soleados y polvorientos y dar con el primer árbol de la ciencia del bien y del mal que se había secado y que Martín va lo vio petrificado en forma de gran falo en lo que había sido una milenaria selva de árboles petrificados igualmente y que Martín llamó el laberinto del bosque fálico donde el antehistórico verdor se había convertido en un inmenso desierto.
( Proyección del “Monte fálico”)
hasta llegar a las ciudades subterráneas donde sufrió, después de una lucha despiadada, la primera gran herida que le desfiguró el rostro, y desde allí a Yerevan. En Yerevan, capital de Armenia. anudé tantas sensaciones que tuve que seleccionar las más destacadas para no hacerme eterno en mis narraciones. Y allí, en la actual Armenia, pude conocer y recorrer los mismos lugares que había pisado el personaje de mi novela con los dos templarios italianos llamados Alfa y Omega,
(Mapa de nuevo)
lo que hoy es frontera entre Turquía y Armenia, el monasterio de Khor Virap, desde donde se divisa el monte sagrado de los armenios, el monte Ararat,
(Monte Ararat)
de más de cinco mil metros de altura y nieves perpetuas, monasterio de Khor Virap donde los mahometanos, como él mismo llamaba a los soldados islámicos, mataron son sus cimitarras a sus dos compañeros templarios Alfa y Omega, y él quedó herido y encarcelado en la mazmorra de seis metros de profundidad, donde quedó abandonado con los huesos rotos y descoyuntados, herido de muerte en la misma mazmorra a dónde había sido arrojado y había permanecido durante 13 años, San Gregorio Illuminátor, fundador de la IGLESIA CATÓLICA APOSTÓLICA ARMENIA. a comienzos del siglo IV.
(Iglesia de Khor Virap)
El monasterio de Khor Vira fue destruido varias veces y por aquellos días en los que que se desarrollan las narraciones, sufrió el más devastador de los incendios a manos de los enemigos de los cristianos.
Hoy día, sólo está reconstruida la iglesia del antiguo monasterio.
Entre las ruinas creí encontrar, el epitafio de uno de los dos templarios italianos, que nunca se supo de qué castillo procedían:
(proyección del “Epitafio”)
("Krisdös vorti Asdudzò / anvojagal e pareküt / ktà ko / ararachagan
sirovt i hokis / hankutseal dzaraits ko / Amen" Cristo hijo de Dios / sin rencor y piadoso / apiadate / con tu amor Creador / de mi alma / De tu difunto servidor /Amen.
Repito que también llegue a ver la mazmorra en la que estuvo Martín moribundo.
(3 diapositivas de Mazmorra)
la misma mazmorra en la que había estado hacía 10 siglos, San Gregorio Illuminátor.
(San Gregorio Illuminator)
Los historiadores armenios nos cuentan cómo El rey Tirídates III°, capturó a Gregorio y lo sometió en esa mazmorra, a un cruel encarcelamiento de trece años porque era el hijo del mayor enemigo de su padre. El rey Tirídates cayó en una profunda enfermedad, lo que hoy llamamos, depresión profunda. La hermana del rey tuvo una visión:
Dios le dice que Gregorio el presidiario podía curarlo dada su bondad y santidad, y lo requieren para curarlo como así fue, por lo que el rey pide bautismo y en el año 301 Armenia se convirtió en el primer país que adoptó el cristianismo como religión del estado.
A todo esto: Resultó que, después de varios investigaciones, tres de mis alumnos del año 1983 habían descubierto un tesoro pictórico-literario,
( Proyección de “los omes")
(“las mugieres”)
de lo que me fui dando cuenta a medida que avanzaba en mis escritos, y los convertí en personajes de la novela "EI BACO”; y les di los nombres de Leo, Pablo y Clara:
(Proyección de “Dedicatoria de Clara”)
y me empeñé nuevamente a entrar en los archivos y desentrañar más pergaminos,
(caligrafía de pergamino)
para tener motivos históricos en los que seguir ubicando mi segunda novela, y creí haber descubierto, en esa mezcla de ensueño, de ficción y realidad, el enigma oculto durante los últimos 700 años: "El enigma de Baphomet', oculto en una especie de Pantocrátor románico, con unas inscripciones en las que se puede leer muy claramente. " Por cuanto en tierras.
(Proyección de foto del “Retablo conmigo”)
(del retablo “Colgado en la pared”)
(leer en pantalla)
Vinieron a mi mente, más miniaturas policromadas, y más escritos,
(Proyeccción de “Miniatura de Sahagún”)
referidos machaconamente al mismo tema que me embargaba, y decidí incluirlos en la trama de la novela; de ahí la obsesión "enfermiza" del segundo protagonista, el templario Rodericus, que tanto juego proporcionó a la trama novelística, con sus cábalas de números y confluencias matemáticas a partir, según él, del primer pergamino con el juego de la oca.
(Pergamino de la OCA)
Me metí tanto en mis novela que llegó un momento en que pintaba y escribía, y ya no podía distinguir entre lo que era histórico, de lo que era ficticio, porque todo se me agolpaba como auténtico.
(Pergamino de San Gregorio)
Así, cuando estaba pintando el pergamino de San Gregorio iluminator, para confeccionar el final del segundo libro se me antojo detenerme en la letra capital
(Letra capital)
y analizarla después de haberla pintado, y comprendí que me había engañado a mi mismo, haciéndome creer que lo había encontrado entre legajos de un antiguo archivo.
Por momentos pensé en arrepentirme y tirar los borradores a la basura, no siendo que el lector se sintiera engañado con la total fantasía envuelta en la historia; y se me tomara, en vez de por un autor de novelas, por un farsante ladrón y falsificador de documentos.
¿Qué es el arte, me dije entonces? ¿Qué es la creación literaria sino un engaño consentido en el que el autor y el lector son cómplices y ambos lo consienten para olvidarse de las banalidades cotidianas, para recorrer mundos en los que regodearse y experimentar vivencias nunca vistas?
Entonces, decidí documentarme mucho más sobre el Temple, sobre los nueve primeros templarios, sobre los Maestres, y sus correrías en Tierras asiáticas, sobre sus idas y venidas a los santos lugares con los "souvenirs" de tallas de vírgenes armenias como mascarones de proa en la testuz de sus caballos, después de ganar una batalla por aquellas tierras, del actual sur de Turquía, camino de vuelta de los Santos Lugares…
Son tantas las vírgenes negras con rasgos anatómicos caucásicos que han ido apareciendo desde la Edad Media hasta nuestros días, que no tienen otra explicación sino este origen templario. Pensé por momentos incluir estas vírgenes en la trama de la novela pero ya me pareció demasiado abigarrado el argumento y decidí dejarlo para otras
creaciones literarias.
También leí el libro de Eliphas Leví. "Dogma y ritual de la alta magia”; y ese sí que me pareció una farsa con el que engañó intencionadamente a sus seguidores para enriquecerse haciéndoles creer sus patrañas astrológicas, e interpretaciones de tarots y lecturas de las manos, y lo más importante: la representación demoniaca fruto de su imaginación, de lo que pudiera haber sido Baphomet que tanto ha calado en las mentes engañadas.
(Proyección de “Baphomet de Eliphas Levi”)
Al estudiar este dibujo del fraile francés convertido al judaísmo, se me ocurrió pensar, que él podría haber conocido el verdadero Baphomet
románico,
(Proyección de “Baco”)
con el que los pobres templarios fueron engañados y al que según la trama novelística mantenían en sus capillas más íntimas por ser una representación del Jesucristo vivo, en las bodas de Caná, con un tonel sobre los hombros, derramando el agua convertida en vino. con la inscripción ya leída: el pagano y griego dios Baco que pasó a los templarios engañados haciéndoles pensar que se trataba de un Pantocrátor vivo y exultante.
Salí de nuevo de la imaginación de mi novela, y volví a la realidad, y recordé los momentos mágicos en los que mi imaginación se diluía para pintar el cuadro y tener el motivo para confeccionar mi primera novela "El Baco”; y lo observé ya minuciosamente, con lo que casi me vuelvo loco al observar que mi obra se había vuelto eterna por ser auténtica.
Y lo observé detenidamente:
(Proyección de “Los homes")
(Las mujeres)
Las seis figuras primigenias, las pintadas por el autor anónimo románico; tres mujeres expectantes, dos hombres celebrando la conversión del agua en vino con toques de cuernos, y el Cristo, el Pantocrátor en el sillón de oro, pintura descubierta por mis alumnos Leo y Pablo.
(Proyección de “Baco en sillón de oro”)
Cuando analicé la corona de laurel, como la de los atletas griegos que ganaban las olimpiadas que era el último añadido a la pintura, lo mismo que las letras de la leyenda que circunda al Cristo, y observar hasta el más mínimo detalle, fue cuando me cercioré de que ficción y realidad ya estaban inextricablemente fundidas en la pretendida obra de arte pictórico-literaria.
Permítante una anécdota curiosa:
Llegaron a leer la novela los profesores del Departamento de Historia del Arte de la Universidad Autónoma de México y me llamaron para concertar una visita y estudiar el retablo del Baco como auténticamente románico, como el auténtico retablo que había tomado Nogaret, para acusar a los templarios de adorar a un dios pagano y renegar de Jesucristo, como el auténtico Baphomet.
Tuve que decirles que no emprendieran tan costoso viaje, que no lo enseñaba a nadie, a no ser para hablar de historia y ficción en la literatura, que el retablo era el motivo de mis novelas y ya estaba expuesto en mis dos libros, que todo había sido una fantasía, como ya les había revelado a mis alumnos Leo, Pablo y Clara;
(Hoja de Clara)
y les dije que gracias por haber leído el libro, ya que mi intención no había sido engañar a nadie sino que sólo era una intención estrictamente artística.
Lo que es cierto, es que sigue el enigma en pie, aunque esté descubierto en este libro, ya que todavía hay lagunas y no es contundente la prueba, y mucho menos siendo, como es, el leit-motiv de una novela.
Lo que sí fue históricamente cierto, absolutamente cierto, es que partiera de donde partiera, y se tomara como prueba lo que se tomara, Nogaret y su rey Felipe IV de Francia, inventaron el concepto de Baphomet, para exterminar el Temple y robarles sus inmensas riquezas.
Baphomet, es un nombre único, intencionadamente eufónico y hasta cabalístico, con el número 3 de sus sílabas y las tres vocales a. e 0, abiertas por antonomasia, en los sistemas vocálicos de las lenguas románicas.
Para los más desocupados, que somos los que más tiempo tenemos en cultivar el espíritu y dedicar gran parte de nuestro tiempo a las letras, les diré que es una novela muy bonita -qué voy a decir yo-, con ilustraciones, como me gustaban a mi los libros de pequeño:
(lustraciones)
Y ¿cómo no?:
También el tema del amor inunda sus páginas
Lo que es absolutamente creado, producto de la imaginación y de la experiencia personal, es el sentimiento del amor de los personajes.
El sentimiento mayor de felicidad, en la novela, lo determina el contraste entre el amor presencial y el amor en la distancia, o en la adversidad e incluso en la muerte y después de la muerte.
Martín y Gelvira tuvieron la dicha de haber vivido del amor toda su existencia, aunque interrumpido por los avatares de aquella sociedad convulsa que los envolvía, primer amor nacido en la inocencia infantil en las orillas del río Turienzo, en el puente Valimbre, al lado de Astorga donde nació Poncio Pilato, puente romano por el que también Poncio Pilato partió hacia Roma.
(Proyección del “Puente Valimbre·)
El amor de Martín el templario y Gelvira comienza a los diez años en este puente, y perdura hasta la muerte, a pesar de que unos clérigos del monasterio vecino habían tomado a Gelvira por barragana. (Hoy estaría castigado por el código penal ya que Gelvira tuvo que prostituirse acosada sexualmente, forzada por su marido lerdo y usurero; Prostituirse no solo con el notario y el merino, sino con el bibliotecario y el cillerero del monasterio de San Pedro. Y lo que más
dolor le produjo a Martín, fue que se prostituyera con su compañero de Armas, Rechivaldo, al que persiguió a muerte, dentro del drama que estaba viviendo en esos momentos el Temple. Este fue uno de los motivos por el que las pasiones más humanas se desataron en el héroe templario Martín. Entre sus grandezas y miserias se va desarrollando la trama de la novela.
Cuando Martín y Elvira eran niños hablaban de esta manera según escribió Martín en su diario:
...-En nuestra casa, hace mucho tiempo, vivió Poncio Pilato - me dijo Gelvira.
-¿El que mató a Jesucristo? - le contesté asustado.
-Sí; nació en mi habitación. Y en el patio jugaba a las tabas.
-Cuando era niño, venía a este puente a pescar truchas... con Claudia, que era la niña de otro general romano. Igual que tú y yo ahora... Aquí se hicieron novios..
No voy a leer mucho para no cansarlos, permítanme sólo unas unas líneas más:
...Tras un breve silencio me atreví a decírselo:
-Mañana podemos casarnos -el corazón me latió con fuerza y me sentí valiente por habérselo dicho.
-Yo tengo que ponerme saya nueva -me respondió sin rubor alguno, con la mayor naturalidad del mundo.
-Mañana, mañana nos casaremos -insistí para que no se le olvidara.
-Vamos a bañarnos, ¿quieres?
...Pero nosotros no somos malos como Pilato. Tú no vas a matar a nadie en tu vida. ¿Me lo prometes?
-Te lo prometo.
En ese momento sentí que me había enamorado.
Ella me dijo que le diera un beso y así ya quedábamos casados.
Fue la primera vez que yo noté un escalofrío por el espinazo. Tenía ganas de abrazarla, de achucharla fuertemente, pero no me atreví por miedo a hacerle daño. Me conformaba con sentarme a su lado y sentir el roce de su pierna contra la mía….
Y siendo adultos, unidos por el amor eterno, ya forma parte del resto del argumento y de la peripecia novelística, así que no voy a contárselo por si alguno de ustedes llega a leerla.
Quiero añadir también otro aspecto de la creación de la novela histórica. La historia no sólo son los hechos históricos, estudiados como tales, sino lo que Unamuno llamaba la "intrahistoria", que se va a u traducir en "sustancia novelesca".
Durante el proceso de escritura, yo, por lo menos, quizá sea porque sobreviene una neurosis obsesiva en esos momentos, uno no piensa en otra cosa, y a veces, mientras se va conduciendo el coche por la carretera, o sentado en una terraza tomando un refresco, no se ve a nadie alrededor Yo puedo contar mi experiencia: veía a los campesinos medievales labrar las
tierras, veía a los armenios que habían huido hacia Europa perseguidos por los selyúcidas, refugiados en logias, labrando piedras y levantándolas a pulso para colocarlas en las paredes de las catedrales y otras construcciones nobles y eclesiásticas, así como con sus afiladísimas hachas cortar troncos y labrar vigas y andamios. De esos trabajos, cuando cesaron las construcciones masivas de la Edad Media, quedaron como vestigios los deportes de levantadores de piedras y cortadores de troncos los domingos por la tarde; y veía a los mendigos intercambiándose mendrugos y otras limosnas obtenidas.
También veía a los poderosos, jerarcas de la Iglesia y cortesanos disputándose el dominio sobre las gentes sencillas.
Llené la cabeza de detalles e imaginé todo lo que he redactado en esta novela, con la que he pretendido crear una obra de arte, que ayude a desterrar del cerebro del ser humano toda maldad y cualquier tipo de calumnia por pequeña que parezca.
Esta idea es la que movió al personaje Roderico, uno de los tres templarios, a escribir en un pergamino: "Los poderosos han conseguido dividir a todos sus súbditos. Ellos han sido los causantes de que las gentes más buenas hayan llegado a odiarse a muerte, hasta matarse entre hermanos en guerras civiles, que no acaban nunca." (Rodericus Garcíe)
Además de los profesores mejicanos, hay quien me ha preguntado si puedo enseñar el retablo, sospechando que me negaría por miedo a que alguien me lo arrebatara, dado lo que pensaba y escribía Leo, otro de los personajes que llevan a cabo la investigación y descubrimiento del enigma; y cito al pie de la letra:
"Si arando tu tierra encuentras un tesoro histórico, una moneda, una estatuilla romana, cualquier cosa... tú eres el propietario absoluto. No se te ocurra decir a nadie dónde la escondes, porque los poderosos inventarán leyes para arrebatártelo y quedárselo ellos". (Leonardo
Gómez López)
Y también, otros muchos han querido tocar con sus propias manos los pergaminos. Evidentemente a ningún lector que haya terminado la novela, y que me lo haya solicitado se lo he negado. Eso sí, acepto mostrarlo todo, a quien me asegura que ha leído las novelas.
Como ya llevo un buen rato abusando de su paciencia, tengo que sacar a cuento un refrán que decían mis mayores: "Lo poco agrada y lo mucho enfada", así que, amigos, no quiero enfadarlos alargando más esta charla.
Tenemos que desconectar ya, nuestra humilde vena artística y volver, indefectiblemente, a la realidad de lo cotidiano. Muchas gracias.