miércoles, 19 de junio de 2013

Partida con Fernando Savater


Esperando en un restaurante  a que me llegara el turno para coger mesa, le pedí al camarero un periódico y justamente me salió al azar un artículo del filósofo  Fernando Savater. No sé si con “be” o con “uve”, a fin de cuentas “zapatero” que, supongo, es lo que quiere decir el apellido catalán en nuestro idioma. Ya otras veces me había parecido que este señor faroleaba, alardeaba de ser puro cual María Goretti, y repartía mandobles a todo lo que se moviera  y que a él le pareciera antiético; porque este señor presume de ético perlipelambrético, pero a mí no me engaña. No me engaña porque en el año 1993 jugué con él una partida y -nunca lo hubiera sospechado a tenor de sus escritos- me hizo trampa, una soberana trampa. 
Oía yo un refrán a mis antepasados: “En la mesa y en el juego se conoce al caballero”;. Y yo conocí aquella noche al susodicho. Fue  en Barcelona, en un hotel de cinco estrellas del que ya no recuerdo el nombre, en la calle Diagonal. Empezó la partida como si tal cosa, y cuando teníamos que enseñar las cartas, yo tenía póker de reyes, y él tenía trío de ases y un seis de otro palo. ¡Le había ganado la partida! 
Pero inesperadamente -inocente de mí, pues nunca lo hubiera sospechado- noté unos movimientos extraños de los señores que lo respaldaban y disimuladamente le retiraron como trileros el seis de marras, y le pusieron en sus manos el as que le faltaba para ganar con póker de ases.  Me quedé de piedra, pero él terminó la cena jubiloso, triunfante, sonriente y coloradote, y se llevó toda la pasta de la mesa. Era una cantidad importante de dinero... Este señor es un tramposo en el juego, y yo sigo la consigna de mis mayores para calificar a las personas. Aquella misma noche jugué en la misma mesa con otra personalidad mucho más importante, pero eso es otra historia. El término imaginario de la metáfora es la partida de póker pero el término real fue mucho más decepcionante.

15 comentarios:

  1. No conocía tu rol de ludópata. Tenías que haber comido, también, para la doble comprobación.
    Un saludo.

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  2. Me acaban de recordar el nombre del hotel: Hotel Princesa Sofía.

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  3. Sí, entonces era un joven inexperto ludópata y acudía a las partidas que se jugaban: "Planeta", en la que me hicieron trampa el filósofo, y el colega Llosa.
    Allí yo vi, por la rendija de un biombo cómo se urdía la trampa. Y cuando llamé a mi mesa al colega de partida Vargas-Llosa y venía hacia mí sonriente, me acerqué a las cámaras a decir cómo era posible que se cometiera aquel fraude, y como era directo en TV, desviaron el foco y unos señores fuertes lo cogieron el volandas y se lo llevaron, pero nadie fue capaz de replicarme nada, querido Tomás. Creí que otras partidas iban a ser limpias, y acudí como ludópata literario que era al "Azorín" de Alicante, y allí, también me hizo una trampa mi antiguo compañero de instituto en Salamanca Torrente Ballester, ya que su "Novela de Pepe Ansúrez" ni siquiera cumplía los requisitos de las bases del concurso. De ahí tengo una anécdota sabrosa con el árbitro de la timba que era Camilo José Cela Trulock. No contento con eso presenté mi libro a pelo y por correpondencia a otra timba jugada en el Café Gijón, en la que por tercera vez llegaba a la partida finalista con mis cartas limpias y sin marcar. Pues los que pueden hablar del feo affaire son los que hicieron de árbitros de aquella timba Rosa Regás y José María Merino. Merino quedó un poco asqueado de lo que se coció entre los árbitros y al final- no te lo pierdas- "para" nadie, fue el único año del Café Gijón que quedó desierto el premio del campeonato jugado. No contento con eso, un amigo me dijo que fuera a Sevilla, a la timba del "Andalucía de novela" y con tan buena suerte que los seleccionadores previos también ensalzaron mi libro hasta llegar por cuarta vez a finalista de un concurso internacional de novela. Y de esta, sólo estuve en la cena de la última partida de la timba y no pude saber si fue o no limpia. Como no tengo datos ni siquiera sospecha, tengo que suponer que fue limpia la contienda y le dieron el premio a un periodista conocido y famoso. Pero de los otros tres atestiguo que hubo trampa. y eso es un fraude aunque fuera un juego. No sólo se comenten fraudes en las cosas serias, amigo Tomás....

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    1. Desde entonces, Tomás, no se me ha ocurrido volver a hacer el canelo, de pantalla para nadie... He publicado mis dos libros en las editoriales que se me han prestado para ello y punto...

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  4. Yo había leído que, en una cierta ocasión (no sé en cual, no sé si fue con El Jardín de las Dudas, un libro sobre Voltaire, uno de sus filósofos preferidos) que la Editorial Planeta que es una Empresa (ganar dinero) y que, supongo que mirará, también, la calidad (preocupación cultural) pero que sobre todo lo que busca es la venta de libros, pues.....eso. Que si le había dicho Planeta a Fernando Savater (con "v")que escribiera una novela que le aseguraba, por anticipado, que sería finalista, ya que cotizaba alto en el mercado de ventas.
    No estoy introducido en esas timbas literarias, de las que me hablas, pero me lo supongo.
    Yo, como soy un "escribiente de vuelo corto", me conformo con ver que en mi blog entran, a diario, muchos hispanoamericanos, además de gente de la antigua Europa del Este.
    Creo que ya es un premio poder dormir con la conciencia tranquila de que se ha jugado limpiamente. Si la partida no la has perdido, sino que otros han hecho trampas para ganarte. ¡allá ellos¡

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    1. Yo no estaba introducido, pero me enteré muy bien, porque vi la bobada y el engaño con mis propios ojos. Cada cual, en su casa, puede hacer lo que quiera, por supuesto también un empresario como Lara, pero ojo, sin mentir, sin engañar a nadie, sin hacer como que es un juego limpio. Además con toda la parafernalia de las bases del concurso sujeto a los juzgados de Barcelona para aparentar seriedad. Podría estar una tarde contando detalles de aquella noche del "Planeta 1993" para el que seleccionaron diez o doce novelas, entre ellas mi novela "El Baco", como finalistas en la quiniela final sobre las que el jurado compuesto por personalidades relevantes del mundo oficial de la literatura, reunido dentro, hacía el paripé, como que deliberaba en reñidas diatribas, mientras cenábamos no sé cuantos cientos de comensales a los que, a la mayoría, les importaba un pimiento el arte de la literatura entre artistas, modelos y políticos. No sólo fuimos engañados los finalistas seleccionados para la noche de la cena - me hirió ser utilizado por gentes sin escrúpulos- sino los 400 escritores que habían presentando sus novelas al concurso. Amigo Tomás, todavía hoy el que tiene dinero es capaz de salir triunfante después de cometer una felonía. ¡Qué triste! Y lo peor de todo es que Mario Vargas Llosa también se prestó al juego sucio, y ahí lo tienes... tan campante... Aquella noche Vargas Llosa y el filósofo Fernando Savater se llevaron los dos premios con trampa. Serán muy filósofos y muy Nobeles pero son unos tramposos. Doy fe.

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  5. Yo creo que, para mucha gente, esos dos prendas que van de intelectuales, y no son más que comparsas de la corte, ya están bastante desenmascarados. Hace falta gente como tú. Yo sí que habría caído mal, seguro que no acudiría a las metáforas de haberme pasado algo semejante. Gracias, Jesús, eres una buena persona y mejor escritor.

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  6. La partida de póker, claro que es metáfora, pero lo que no es metáfora, sino real y cierto, es lo que vi por la rendija de un biombo. Ahora no tengo tiempo, pero ya te contaré detalles, Aquí mismo. No me importa...

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  7. Los esperamos con curiosidad y ganas de saber más de los santones de las trampas.

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  8. Susi, se me había olvidado que te debía unas líneas, nada menos que desde junio pasado. Pues, reumiré. Así de sencillo:

    Cuando los miembros del jurado, todos reconocidos oficialmente próceres de la literatura, se retiraban a deliberar la “finalísima del premio Planeta 1993”, entre las novelas de los finalistas a los que nos habían colocado en una mesa todos juntos, y nos estaban utilizando como decorado de la gran farsa, me dio por levantarme entre el griterío bullicioso de periodistas y gente guapa y rica de toda España, y especialmente de la Generalidad de Cataluña.

    Y me fui a ver unas empalizadas a modo de biombos que tapaban algo en un lugar un poco apartado del gran restaurante del hotel, en Barcelona.

    Mientras tanto, se iban encendiendo focos televisivos aparte de las lámparas que iluminaban el recinto. Por detrás, me puse a curiosear por una rendija apartando con el dedo una especie de cortina tensa y vi en una silla de maquillaje a la periodista que un rato más tarde iba a salir en TV, en directo, a dar la noticia del fallo y del premio. Creo que se apellidaba Molló o algo parecido, pero, vamos, eso es muy fácil de averiguarlo.

    Mientras tanto, estaban repartiendo unas cartulinas para que los cientos de comensales pusieran una cruz, a modo de quiniela, en el seudónimo que creyeran iba a ser la novela ganadora. Y a los que acertaran también tendrían alguna recompensa más bien simbólica.

    Seguía el juego mientras que hacían como que el jurado estaba deliberando en reñida contienda. La maquilladora sacaba y metía lápices y pinceles a velocidad de vértigo porque quedaba poco tiempo, y allí, detrás de una rendija encima de una banqueta a la derecha de la periodista encamillada y polvorienta con exageración en labios y cejas, una ficha que ponía: MARIO VARGAS LLOSA.

    A todo esto, el tal Mario no estaba en la sala ni se le había visto en los prolegómenos, ni el el hall del hotel, ni en ningún sitio. ¡Ni rastro!

    La periodista cogió la ficha, con mi disgusto porque no puede seguir leyendo, pero siguió ella leyendo en alto como entrenándose para lo que después de un rato iba a decir ante las cámaras: “El ganador del premio planeta 1993 ha sido Mario Vargas Llosa, nació en Arequipa y estudió en el colegio de La Salle, de Lima, en el Colegio Militar Leoncio Prado y en la Universidad de San Marcos. Comenzó su carrera literaria como periodista... y se consagró con sus obras, La ciudad y los perros y Conversación en la catedral... y bla bla bla.....”

    Yo volví silencioso a la mesa mientras subía a una tarima iluminada por miles de watios un portavoz del jurado diciendo: “Ya han sido eliminadas las siguientes novelas con los siguientes seudónimos”. Y leyó la relación del resultado de la primera eliminatoria.

    Los comensales que habían apostado por alguna de las novelas eliminadas rompía sus papeletas o las metían debajo del plato. ¡Emoción, mucha emoción y sorpresa nos aguarda! -Seguía proclamando.

    En esto yo dije en la mesa de los finalistas: “Esto es todo una bobada. Yo ya he visto a la periodista que va a salir dentro de un rato diciendo que el ganador es Vargas Llosa. La están maquillando allí dentro y está estudiando la ficha mientras la maquillan. Estamos haciendo el idiota aquí, de paquetes, para que esta pantomima tenga apariencia de algo serio”.
    Recuerdo a uno de los finalistas, no recuerdo su nombre, que llevaba una chaqueta azul de terciopelo, que no podía creérselo. Recuerdo a otro finalista, el que estaba a mi lado, que sospechaba algo y me creyó a pies juntillas. Este se llamaba Francisco Casas.

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  9. SIGUE:


    Seguía el bullicio estentóreo durante el transcurso de la cena, sólo interrumpido por el silencio que solicitaba el portavoz del jurado, saliendo a decir que otra novela podía ser tachada de la quiniela. Y las señoras “comensalas” de las pulseras y collares de perlas se afanaban, con un el lapicerito al uso que habían proporcionado con cada papeleta, en tachar la siguiente eliminada.

    La mesa de los finalistas se quedó en silencio. Era una mesa muy grande. El de enfrente me miró con ira por haberle abierto los ojos.

    Después de varias salidas y entradas del portavoz del jurado. Por fin dijo levantando el tono: Ya tenemos ganador del Premio Planeta 1993: seudónimo, Arimán, con la novela, Lituma en los Andes; y corresponde a Ma-rio Var-gas Llooooosssaaaaaaaa” Igual que un árbitro de boxeo pero sin púgil.

    En esto, se encendieron los focos deslumbrantes y cegadores colgados por todas las esquinas y aparecieron cámaras de televisión amén de fotógrafos por todas partes, dirigidos a las puertas de la gran sala. Se abrieron solemnemente y apareció, como si fuera el Zar de todas las Rusias, el tupé de Mario sonriente iniciando una procesión entre el pasillo de los comensales del brazo de una señora que competía con la boca abierta enseñando su gran dentadura; y a su lado el dueño de la fiesta: un señor pálido y muy alto al que ayudaban en sus pasos dos azafatas vestidas de rojo. La señora resultó ser la Ministra de Cultura, a la que tampoco la había visto nadie, pues tanto ella como el ganador estuvieron escondidos hasta el momento preciso.

    Los aplausos de los de la pomada fueron atronadores hasta que llegó el cortejo a la gran tarima -parece ser que todos sabían, pues nadie se extrañaba de lo que estaban viendo, que aquello era un trampa, un fraude obsceno, a excepción de los finalistas. Dos de ellos no aguantaron el latigazo y salieron de estampida en aquel momento. Yo me quedó a ver cómo terminaba la comedia.

    No hubo más que flaxes, fotos y más fotos, sonrisas y parabienes y un segundo premio que le dieron a un filósofo famoso con el ojo desalineado.

    En esto, yo me acerqué a la cámara de televisión donde la susodicha periodista repetía lo que había estudiado tendida en la camilla y llamé por su nombre al colega ganador de la timba y le dije a voces: “Oye Mario, acércate a los finalistas que queremos decirte unas palabras”.

    Como él estaba en la nube del boato no debió de fijarse en mi semblante de enojo, sorprendentemente, y me hizo caso y salió andando hacia mí. Yo estaba dispuesto a ponerme delante de la cámara de TV en directo y, con él delante, proclamar allí mismo, a los cuatro vientos, diciéndole en su cara, a ver cómo había podido prestarse a tal engaño y a tal desprecio por el trabajo no sólo de los finalistas nominados que allí estábamos, sino de los 400 autores que habían presentado noblemente sus novelas al certamen. Y a la mitad de su camino salieron guardaespaldas no sé de dónde que me vieron la cara; y sin dejarlo acercarse se lo llevaron en volandas aturdido. Se le despeinó un poco el tupé con el zarandeo. Me quedé con las ganas. Hay muchos más detalles, pero no los tengo escritos. Tendría que pararme a pensar y hacer memoria.
    .

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  10. Pues... a ver, a mi me parece tan serio, que el hecho merece una denuncia, pero en plan legal, ya sabes. Sí, puede que peque de ingenua, pero estas cosas no se deben consentir. El caso es que todos, de una forma u otra, desconfiamos desde tiempo inmemorial de los premios literarios, aunque sirve esa desconfianza igualmente para cualquier otro galardón que proceda de lo instalado. Pero tener datos, además, enfada. Al del tupé tendría que darle vergüenza, aunque me temo que ya la tiene anestesiada. Y a los de la pomada, más aún, que ni siquiera se llevan la gloria de ser ellos los elegidos por el sistema. Jesús, qué pena de performance perdida por no haberte dejado hablar con el "ganador". Hubiera sido un acto poético.

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  11. Peor fue al año siguiente lo de Camilo, que utilizó la novela de Carmen Formoso Lapido para su Premio Planeta 1994 y se ha arruinado en juicios y todavía no ha conseguido nada. Y ahí siguen todos tan campantes. Lo único sería que no concurriera nadie y que celebraran un guateque de dos el contratante y el contratado, pero eso, con el poder económico y el papanatismo no es posible. Y lo de los tribunales es de risa. Pregúntale a Carmen.

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  12. Eso es, no concurrir nadie que no tenga algo que ganar por detrás haciendo de clá para bufones y favoritos. Normal que vean en internet una amenaza para su status. Pues me alegro de que lo sea, que ya está bien de que siempre sean los mismos los reyes del mambo. Lo de los tribunales ya lo suponía, ya...

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