PRÓLOGO
Este libro, El dedal de Stalin, nació en el año 1978 por un consejo de mi profesor José Luis Pensado Tomé, catedrático de la Universidad de Salamanca para seguir investigando lo que comenzaron hace ya más de cien años Heinrich Hübschmann, Ernst Mario Schuchardt, Joseph Karst, y Edward Spencer Dodgson. A lo largo de estos años he descubierto que en las palabras antiguas habita la memoria más profunda de los pueblos. No la que se guarda en los archivos o en las crónicas, sino aquella que viaja en los sonidos, en los nombres y en los oficios. Cada capítulo de esta obra es una búsqueda de esas raíces que cruzan continentes y siglos, donde oscuras lenguas de cuando la piel de toro era una selva, las lenguas del Cáucaso y el latín de los soldados romanos primero y de los monjes después se entrelazan en una red de migraciones, templos y piedras grabadas.
Cuando ya había registrado el libro en el Registro de la Propiedad Intelectual, por correo electrónico me llegó el enlace para ver la conferencia del eminente filólogo euskaldún, catedrático de la Universidad del País Vasco y Alcalá de Henares Jon Juaristi, pronunciada en Madrid, del día 14 de Octubre de 2025. titulada: “El eusquera: teorías sobre su origen y su relación con el español”
Comienza con una anécdota de su compañero y amigo Luis Michelena, el unificador del Euskera Batúa, paseando por San Sebastián con Mariner y otros eminentes lingüistas cuando vieron un letrero con la siguiente pancarta:
EUSKAL LIBURU ETA DISKA AZOKA
Uno de ellos le dijo con perplejidad a Michelena: Esta lengua que tenéis vosotros es rarísima, no hay quien la entienda, es un galimatías…
Entonces Michelena le contestó: Hombre, siendo tú un lingüista que conoces el latín, el griego, el indoeropeo, etc, deberías entenderlo, porque todas las palabras, excepto la primera, son latinas, incluso, te voy a decir más, esa primera seguro que la entiendes sin problema, EUSKAL, porque estás acostumbrado a oírla, que quiere decir “vasco”. Sin embargo nadie sabe con certeza su etimología.
(Y ahora digo yo: como perro, burro, zorro, morro, barro, jarro, gorro, zarza, zurra… que todos las conocemos pero tampoco se saben sus etimologías, porque se pierden sus rastros en nuestra prehistoria).
Siguió el conferenciante:
LIBURU se entiende porque es igual que en castellano libro. Es la palabra latina librum.
ETA es la conjunción copulativa latina et. Se conserva en vasco casi íntegra.
DISKA es la misma palabra latina discum que, en la evolución de la lengua, da en francés disque, y en español disco, y es una palabra que asimila el vasco recientemente.
AZOKA: ya no es latina sino árabe al-suq que la toman el eusquera y el castellano zoco, significando mercado, feria.
La única perplejidad, si acaso, es la organización sintáctica, que al pie de la letra sería:
VASCO LIBRO Y DISCO MERCADO
No creo que sea tanto galimatías pues fácilmente se traduce mentalmente por :
El mercado , —o la feria— del libro y del disco vascos.
El conferenciante se extendió con otras palabras como:
GURUTZE, que es la misma palabra latina crucem, en castellano cruz.
Michelena sostenía que el Cristianismo no entró en el pueblo vasco hasta bien entrada la Edad Media, y por lo tanto la palabra crucem la deformaron en la pronunciación de los valles vascos: gururze, la Cruz por excelencia.
Si yo hubiera estado en la conferencia, en el coloquio final hubiera levantado la mano para comentar algunas palabras del eusquera exactamente iguales que en idiomas asiáticos del Cáucaso, como GARI, que en lenguas tan lejanas y apartadas significa, trigo en eusquera y cebada en armenio, como tantos cientos de palabras iguales unas y otras muy parecidas.
También le hubiera preguntado si el euskara no será el resultado de una mezcla de varias lenguas.
a) Sobre todo, del latín vulgar y de las lenguas romances, incluso algunas palabras tomadas del árabe.
b) Lenguas caucásico-kartvelianas, sobre todo del armenio y también del georgiano.
c) Ignotas lenguas prerromanas, de las que quedan restos como en otras lenguas peninsulares si bien con sedimentos más numerosos.
Con un lenguaje lo más cercano posible he intentado, con la fuerza simbólica del dedal de Stalin a lo largo de este ensayo, acercar a los lectores mi hipótesis,: “La lengua eusquera no se formó hace miles de años sino hace diez siglos, en nuestra Edad Media”
La etimología, en este contexto, no es solo un ejercicio lingüístico, sino un modo de mirar la historia. Cada vocablo se convierte en una ventana que deja entrever las rutas del comercio medieval, las huellas del monacato oriental en la península ibérica, o las persistencias del alma caucásica en el habla vasca. El libro transita entre la filología y la narración, entre la ciencia del lenguaje y la memoria imaginada, buscando un hilo común: la unidad del mundo a través de sus palabras.
Lejos de proponer una tesis cerrada, invito al lector a acompañarnos, a mi antiguo alumno y a mí, en el diálogo que trata de combinar el rigor filológico con la curiosidad poética. La hipótesis desmenuzada como teselas de un gran mosaico se expone como caminos posibles; los argumentos se abren al contraste, y las palabras —esas humildes teselas del pensamiento— revelan su poder para reconstruir lo que el tiempo ha dispersado.
También invito al lector a adentrarse en estas páginas sin prejuicio y con curiosidad. Tal vez descubra que la lengua es, además del instrumento de comunicación por antonomasia, un espejo donde los pueblos se reconocen, y que hasta en un dedal —incluso en el de Stalin— puede caber una historia entera.
Jesús García Castrillo
Rincón de la Victoria, 2025