sábado, 21 de enero de 2017

El Presidente de los EEUU

https://www.youtube.com/watch?v=foUrBztgzZA



Todo el mundo habla de Trump, el actual presidente de los EEUU, unos bien y otros mal.

Decía un salmantino muy juicioso, viejo y sabio, sobre un asunto que inquietaba: "Quietos hasta ver... que igual no es ná..."

 Yo estaba esperando oír a Jackie Evancho cantar pues desde hace cinco años oigo sus canciones en youtube. Tiene una voz sobrehumana y no se qué le pasaba  que en la ceremonia de Trump  no cantaba como ella sabe. La vi algo rara.

En una ocasión me di un paseo de un mes por tres o cuatro estados de los EEUU y vivía en uno de los edificios del MIT. Cuando observaba a la gente de todas las razas, pesos y colores en los barrios, en el metro, en la calle, en los restaurantes, en las playas , en cualquier sitio; y cuando vi con mis propios ojos, por decir un detalle, los departamentos universitarios del Mit o de Harvard, me sentí pequeño ante lo que ha hecho un pueblo que proviene del desecho de las naciones “civilizadas”. Un pueblo que cuando suena el himno y se iza la bandera se pone en pie muy serio, dejando a un lado todo tipo de diferencias con la palma de la mano en el corazón.

Más que los rascacielos, más que las inmensas avenidas, más que los camiones ingentes como los de las películas, más que las interminables instalaciones deportivas, más que todo lo que pertenece a otra dimensión casi inimaginable, lo que más me impresionó fue el día 4 de agosto, que un millón de personas, familias enteras con niños estando de pic-nic, con las neveras portátiles y las fiambreras, mascotas y suegras encantadoras negras gordas a lo largo de las praderas de kilómetros y kilómetros del río Charles, cuando empezó a sonar el himno e izarse la bandera, todos a una se pusieron en pie en sepulcral silencio y recogimiento como si de una oración se tratara. Como decía el famoso torero, se puede resumir en dos palabras. “im” “presionante”. Por eso ante tanto comentario que oigo y veo me vino a la cabeza lo del salmantino.


Los abuelos, bisabuelos o tatarabuelos de estos niños eran desharrapados que llegaron huyendo de la miseria de sus "grandes países" con la maletona de cartón y los andrajos.

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