sábado, 1 de abril de 2017

El profesor de Pablo Iglesias y de Monedero ( 2 )

Yo no sé por qué, en vez de a periodistas, que con tanta actividad que tienen, tanto ir y venir y tan poco tiempo para estudiar y pensar, no invitan a los debates televisivos al catedrático Manuel Pastor Profesor de Monedero, de Bescansa, de Iglesias, de Errejón y de tantas generaciones de licenciados en Ciencias Políticas.


Supongo que será porque al lado del maestro los discípulos estarían en tal inferioridad intelectual y científica que no habría más que una lección magistral del Catedrático sin capacidad de réplica, pero solo lo supongo porque no ha habido ocasión de presenciarlo.


Cuando uno lee las fuentes directas se le caen de repente los palos del sombrajo.


Supongo que los discípulos no aceptarían un debate con el maestro de la misma manera que supongo que ninguno de mis alumnos aceptaría discutir conmigo cualquier tema que les enseñe en mis clases. Por ejemplo, ningún osado se atrevería a llevarme la contraria en cuanto a la arbitrariedad del signo lingüístico según Saussure, u otro cualquier tema que les califiqué y que les dí por sabido antes de darles el paso a la Selectividad Universitaria.


Pero, ya que ninguno de sus discípulos aceptaría tal debate, ¿por qué no invitan a algún político que no haya tenido que calificarlo, por ejemplo a cualquier otro defensor de la bandera tricolor de la II República?


Para forjarme una opinión basada en las fuentes directas, me gustaría ese debate, de este Catedrático de Ciencia Política de la Universidad Complutense, con Alberto Garzón, por ejemplo, porque oír por separado lo que dicen unos y otros no da suficientes luces, ya que, por separado cada cual dice o escribe lo que está acorde con su manera de ver las cosas.



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El gran pucherazo de 1936

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La prensa al día siguiente de las elecciones. (Foto: Archivo de J.M. Mtz.



Por Manuel Pastor Martínez

El balance que hoy podemos hacer de la experiencia histórica de la mitificada Segunda República se resume en cuatro palabras: ni legalidad ni legitimidad...
Basta ya de mentiras históricas e imposturas políticas. Incluidas las cursilerías gramscianas sobre la “hegemonía” que tanto invocan y de que tanto presumen las izquierdas (socialistas, comunistas e híbridos como Podemos). Todo es falso y fraudulento. Lo único que han practicado, con éxito, es la clásica “agit-prop” (agitación y propaganda), apoyándose en unos medios de comunicación manipulados o borreguiles y ciertos intelectuales en la Universidad y en la Academia. Y en última instancia, con el soporte del “chequismo”, metafórico, real o potencial; mental o intelectual: según el estilo tradicional o según las formas modernas de la violencia callejera y el terrorismo.
El balance que hoy podemos hacer de la experiencia histórica de la mitificada Segunda República se resume en cuatro palabras: ni legalidad ni legitimidad. Ya que vivimos en la era progre de la “Memoria Histórica”, denunciemos lo que sin duda ha sido una grandísima mentira histórica: el Gran Pucherazo de 1936.
Pensemos en las consecuencias trágicas inmediatas y a corto plazo que tuvo la corrupción de la República (la violencia criminal anti-democrática y anti-católica, la rebelión militar, la Guerra Civil, la intervención extranjera del comunismo y del fascismo, la dictadura franquista…) y, a más largo plazo, la cultura de odio y revanchismo generada con la “Memoria Histórica”, que ha frustrado e impedido la consolidación democrática de una restauración de la Monarquía constitucional parlamentaria, relativamente ejemplar, intentada inicialmente con la Transición y el Consenso.
Si pensamos en todo ello sería más exacto hablar del Gran Pucherazo español del siglo XX, el gran agujero negro de la historia nacional e internacional.
Los pucherazos de la Restauración bajo el signo de “la oligarquía y el caciquismo” (J. Costa) fueron casi juegos de niños comparados con este Gran Pucherazo de la República, de la moderna partitocracia de masas, de movilización ideológica y pulsión totalitaria, con las trágicas consecuencias que tuvo para España y para Europa.
Creo que fue en 2011 o 2012 cuando, cenando con mi maestro el historiador e hispanista Stanley G. Payne en el restaurante Ananías de Argüellles, me informó de la investigación clave que estaban llevando a cabo sobre las elecciones de 1936 -de alguna manera bajo su tutela- los jóvenes historiadores Manuel Álvarez Tardío y Roberto Villa. Investigación que, efectivamente, iba a ser el “fin del último de los grandes mitos políticos del siglo XX”.
El resultado está ya en las librerías desde la última semana del pasado mes de marzo: 1936. Fraude y Violencia en las elecciones del Frente Popular, por los autores mencionados (Espasa, Madrid, 2017). Los periódicos El Mundo y Libertad Digital han informado extensa y elogiosamente de la obra. Según los autores, el fraude fue directamente alentado o tolerado por las autoridades republicanas de izquierdas en las provincias. Las irregularidades más graves fueron en La Coruña, Jaén, Cáceres, Valencia, Málaga y Tenerife. Hasta cincuenta escaños pudieron cambiar fraudulentamente a favor del Frente Popular, que así obtuvo la mayoría absoluta de los 473 escaños del Congreso.
Quedemos a la espera del juicio y los comentarios sobre el libro y el asunto del gran especialista sobre el tema, mi querido amigo Juan Manuel Martínez Valdueza, autor con Catalina Seco Martínez del libro Las Elecciones Generales de 1936. León y su Provincia (Lobo Sapiens, León, 2007), y del estudio El hombre y su destino (Akrón, Astorga, 2007), sobre el político radical Rafael Salazar Alonso, obras en las que ya anticipaba algunos datos documentados sobre este tremendo fraude electoral.
En ésta última, a propósito de la circunscripción de Badajoz por la que se presentaba Rafael Salazar Alonso, señalaba que estaba “aún sin establecer en el año 2007 el resultado real de las elecciones del 16 de febrero de 1936 en un número considerable de circunscripciones” (página 35), y basándose en las memorias del socialista Juan Simeón Vidarte, afirmaba: “Lo que está claro es que la manipulación de los resultados y el origen de la misma no pasaron desapercibidos para los interesados, a pesar de que Vidarte nos quiera hacer creer años después lo contrario (…) –y cita la reacción de Salazar Alonso en el periódico Hoy de Badajoz, el 19 de febrero de 1936- …que la democracia había sido falseada y que el Gobierno había gestionado el reparto de las minorías” (página 43).
Probablemente el primero en reflexionar sobre el problema y dejar una clara denuncia por escrito del mismo fue el viejo líder republicano Alejandro Lerroux, jefe del gobierno de las derechas con su partido Radical, quien en los años 1936-37 redactó en el exilio su obra La pequeña historia de España, de cuyo capítulo antepenúltimo (“La primavera trágica”) me permito citar extensamente lo que sigue:
“Las Cortes quedan disueltas el día 7 de enero de 1936. El 11 se realiza en Madrid un mitin popular de extraordinaria concurrencia en el que hablaron como republicano Azaña, y como socialista comunistoide, Largo Caballero. Allí dio fe de vida el Frente Popular, instrumento de acción del Soviet ruso.
El 16 de febrero se verifican las elecciones. La excesiva confianza de las derechas y la torpeza, incapacidad, o complicidad de Portela facilitaron un aparente triunfo de las extremas izquierdas, que enardeció el espíritu de las muchedumbres trabajadoras en todo el país por la propaganda roja internacional. Resultado: Frente Popular, con “cuatro y medio millones de votos”, 256 actas de diputados; coalición de derechas con “cinco millones de votos”, 217 actas… Había muchas protestas y bastantes elecciones parciales que repetir.
El día 20, jueves, escrutinio general que confirma aquel resultado. Inmediata y fulminante dimisión de Portela. Su Excelencia (el Presidente Alcalá Zamora) se humilla a recordarle que el deber le obliga a continuar en su puesto hasta que él resuelva la crisis. Portela, sin esperar a ser “sustituido”, desoyendo el ruego de Su Excelencia, se escapa, se fuga, huye del poder alegando que la permanencia en el cargo no es obligatoria. Azaña es llamado a gobernar. Automáticamente se abren cárceles y presidios que vuelcan a la vida pública su contenido de delincuentes políticos, sociales y comunes. Todo el mes de marzo es una orgía de crímenes y una bacanal de sangre.
El día 4 de abril se verifica la apertura de Cortes y el día 16 se celebra su constitución definitiva. Las 256 actas de diputado para el Frente Popular, computadas el 20 de febrero en el escrutinio general, la arbitrariedad atropelladora del Congreso las ha convertido en 295, y las 217 de las derechas quedan reducidas a 177.” (A. Lerroux, La pequeña historia de España, Prólogo de Juan Manuel Martínez Valdueza, Akrón, Astorga, 2009, páginas 545-546).
Igualmente impresionante es la estadística trágica que Lerroux presenta de apenas dos meses del Frente Popular (del 16 de febrero al 16 abril de 1936): Asaltos y saqueos de círculos políticos-58, de establecimientos públicos y privados-72, de domicilios particulares-33, de iglesias-36. Incendios de centros políticos-12, de establecimientos públicos y privados-45, de domicilios pariculares-15, de iglesias-106. Alteraciones y motines: huelgas generales-11, motines-169, reyertas con fuego de fusilería-39, agresiones personales-85, muertos-76, heridos-346 (A. Lerroux, ob. cit., página 547).





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