Artur Mas no se acuerda del año 1969. Ese año trabajé tres meses en Barcelona, por eso hablo con conocimiento de causa. Eran muy pocos los maestros nacidos en Cataluña porque la profesión de maestro era despreciada ya que ganaban pocas “pelas”. “Maestro no” -decían los padres a los hijos-, “ingeniero para la industria, o perito textil u otra profesión más lucrativa, eso sí” -les inculcaban-. Faltaban maestros en Cataluña y solicitaban maestros de toda España. Ni aun así cubrían las necesidades para seguir alfabetizando Cataluña, de manera que crearon la figura de “·Maestro Sustituto Idóneo”, que sin tener el título de maestro, pero sí el de bachillerato y siendo estudiante universitario, se podía ejercer como maestro titular de una Escuela Pública para cubrir las bajas por enfermedad o los permisos de tres meses por asuntos propios de los Maestros Propietarios, que así se llamaban. A mí me llamó una empleada de la Delegación de Barcelona para sustituir tres meses; y como yo quería ser docente no dudé en interrumpir mis estudios universitarios (ahora, a eso le llaman “practicum”) durante los tres meses que duró la sustitución. Por cierto, no recuerdo cuánto, pero sí recuerdo que era una miseria lo que ganaba, para pagar la pensión y los viajes de ida y vuelta a Salamanca.Yo necesitaba una máquina de escribir y pensé aprovechar lo que me sobrara para comprar la “Olivetti”, pero ni siquiera pude comprármela. En esos tres meses enseñe a leer a 45 niños de seis años durante el primer trimestre del curso. Lo que no sé, pudiera ser, es si estaba entre ellos este señor que habla tanto. No recuerdo si había un Mas en la clase. De todas maneras, a mí sí que me debe este colega...
Ah, y la máquina de escribir la compré el siguiente verano después de trabajar de camarero de un hotel, “Hotel Roger de Flor”, también en Cataluña, en Lloret de Mar, para más señas, de camarero “somelier”. El sueldo cuadruplicaba al de un maestro, más las propinas. Compré una “Olimpia” con la que escribí miles de folios , y todavía la conservo como pieza de mi museo.
Ah, y la máquina de escribir la compré el siguiente verano después de trabajar de camarero de un hotel, “Hotel Roger de Flor”, también en Cataluña, en Lloret de Mar, para más señas, de camarero “somelier”. El sueldo cuadruplicaba al de un maestro, más las propinas. Compré una “Olimpia” con la que escribí miles de folios , y todavía la conservo como pieza de mi museo.
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