jueves, 8 de octubre de 2015

Grecia



Lo malo de los viajes por el mar es que no hay señales y al pasar por el lugar que buscas, hay que imaginar los hechos, dichos  y personas en la misma longitud y latitud en la que te encuentras. No he tenido más remedio que imaginar a Jeromín y al mismísimo Cervantes aturdido y temeroso y entero, antes de perder la mano oyendo los cañonazos. Por aquí, bajo estas mismas aguas tienen que reposar todavía los huesecillos metacarpianos de nuestro insigne manco. Desde luego, no es lo mismo haberlo leído y estudiado que imaginarlo “in situ”, con las mismas aguas , los mismos colores de las  puestas de sol, y sobre todo con las mismas siluetas de las islas, no así con la misma galera ni con la misma comodidad del camarote. Hay que volver al Adriático, al Jónico y al Egeo  porque solo un viaje sabe a poco; y permanecer más tiempo en esas tierras continentales e isleñas. A ver si Dios nos da salud para seguir viajando  lejos de este mundanal ruido que está pasando a ser aturdimiento de carraca. No hay nada como el silencio del mar en cubierta bajo las estrellas.

Creía que no iba a entender nada de griego moderno, y cuál no sería mi sorpresa que el primer letrero que he visto en tierra lo entendí a la primera: " Exodos pros ten polé", al salir del puerto de Atenas. Con caracteres griegos, claro....

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