domingo, 5 de mayo de 2019

La clase de política.



Ayer me recordó un ex-alumno, un señor mayor de más de 50 años — ¡madre mía…! —, la única clase de política que he dado en mi vida. El resto, siempre fueron clases de Gramática o de Literatura.

Era tutor de un curso de Primero de BUP en uno de los 9 centros en los que impartí docencia. A los pocos días de comenzado el curso había que elegir Delegado de Curso.

Se presentaban cinco candidatos ( los cinco de 14 años), cuatro niños y una niña. Les dije:
Como os habéis colocado libremente, los que se han colocado en la primera fila al lado del profesor suelen ser los más aplicados, y los que que se han colocado en la sexta fila  suelen ser los menos aplicados. Así que, como hay 6 filas, el voto de los cinco de primera fila (al lado del profesor) valdrá 6 puntos, el de la segunda fila 5 puntos, el de la tercera 4 puntos, el de la cuarta 3, el de la quinta 2, y el de la sexta 1 punto.
Procedamos a la votación:
Curiosamente, los de la primera fila se miraban perplejos pero aceptaban. Algunas niñas sonreían. Según me dijeron después estaban intuyendo que les estaba gastando una broma pero dudaban dado mi semblante serio tirando a adusto. El resto se levantó en armas y querían comerme por ser un dictador absoluto que imponía mi criterio injusto; y los del fondo de la clase se levantaron en armas, no en el pupitre sino en los pasillos de pie vociferando.

Al ver que cambió mi semblante de serio a sonriente solicitando calma, se fueron sentando. Cesado el barullo les dije:

Es la única clase de política que he dado en mi vida. Cuando podáis votar en unas elecciones generales, sabed que este es el sistema que nos han impuesto, que el voto de quien esté empadronado en algunas provincias de España vale seis puntos,  o cinco o cuatro, etc. Nuestro voto en Andalucía vale solo un punto. Nada más. Lo primero que vamos a hacer será sortear  la colocación en la clase. Es una insensatez que se coloque cada cual como lo habéis hecho estos primeros días: corriendo, a empujones para coger el pupitre más deseado como personas no civilizadas. Y por supuesto, un voto y un punto por persona. 

Uno de ellos se atrevió a preguntarme a qué partido votaba yo, y le respondí que el voto es secreto pero que votaría a quien sostuviera como  prioritario que mi voto valiera igual que el de cualquier otro español, y hubiera una circunscripción única para toda España, que cada partido presentara a sus 350 candidatos, sin más componendas ni leyes electorales extrañas.

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