viernes, 10 de enero de 2014

El aborto que nadie discute (Cuento ilustrado)

Era un niño muy bueno, al que le gustaba dibujar. Tenía siete años. Pasaba horas muertas en su mesa con los lápices  de colores, rotuladores y los “rotrings”.

Un día me enseñó su último dibujo: un billete de mil pesetas que me había pedido para dibujarlo.
“¡Qué bien! Serás un buen dibujante!” -Le dije.



El día siguiente me pidió un billete de dos mil. Y también me sorprendió su destreza.



Al cabo de dos semanas, lo había dibujado y pintado por las dos caras:




Empecé a preocuparme, y lo dejé... que terminara el trabajo a ver qué hacía. Guardó su billete en la cartera del colegio. Supuse que sería para mostrársela a sus amigos. Y se me olvidó por completo el “affaire” del niño.

El curso siguiente, el Banco de España cambió el formato de los billetes y le vi el siguiente dibujo entre sus tesoros infantiles en una carpeta repleta de bocetos.




Me explicó cándidamente que ya no tendría que pedirme más dinero, que lo haría él, con un poco de paciencia. Ésta era sólo una  cara. Había hecho la prueba de arrugar su trabajo y romperlo un poco para que pareciera usado...
Intenté convencerlo de que había que abortar la carrera hacia la delincuencia, de que eso era un delito.

¡No podía entender que fuera delito, con el trabajo que le había costado!

Tuve que decirle que se podía quedar con todos los dibujos para el recuerdo, menos con el último de mil pesetas, y que no dibujara la otra cara; y que si no quería darme el billete por las buenas, tendría que arrebatárselo por las malas, abusando de mi autoridad paterna.  Desde aquel día tuve que encauzar sus habilidades hacia fines nobles. Menos mal que aborté el camino hacia la cárcel... y hoy va al MIT a impartir docencia.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

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