Quien no tenga los conocimientos arqueológicos, ni currículum igual o mayor al de los que se han dedicado a estudiar yacimientos llamados ibéricos, lo que puede hacer es escuchar y observar a pesar de que la sospecha de errores, sobre todo en cuanto a la cronología, se cierna sobre aspectos de dichos estudios. Ante todo, profeso mi máximo agradecimiento y respeto por su dedicación y sobre todo la que ha sido desinteresada, que abunda.
Hay evidencias indiscutibles:
-Ha habido poblaciones humanas que han construido habitáculos.
-Hace “mucho” tiempo se olvidaron algunos objetos de los que no se sabe su función o simbología.
-Hay monedas de distintas épocas.
-Otros, por motivos distintos destruyeron y arrasaron, según casos, lo anteriormente construido.
La teoría lingüística del “vasco-iberismo” que algún profesor de la Universidad de Salamanca daba por absolutamente segura cuando en los años setenta nos la explicaba en clase, de momento ha quedado totalmente descartada.
Yo me quedo con la sonrisa de medio lado de mi maestro D. José Luis Pensado Tomé y su advertencia de “cuidado con los dogmas en materia científica, que en cualquier momento pueden dar un vuelco total. Hay que trabajar con denuedo y paso firme, para que ningún paso sea falso porque, en el futuro, si es falso puede hacer caer torres inmensas levantadas sobre nulos cimientos”.
Si nos damos un paseo por la llamada “ruta ibérica de levante” y nos detenemos en los descubrimientos de Moixent –en Salamanca decíamos Mogente-, y acercamos la lupa a la famosa placa de plomo escrita con letras ibéricas, vemos que hay “emes mayúsculas” repetidas, “enes mayúsculas” repetidas. “des” mayúsculas” repetidas, “flechas esquemáticas” repetidas y otros signos diversos también repetidos, algunos de ellos iguales a las marcas de canteros medievales, entre líneas paralelas formando renglones, quizá para evitar confusiones, sin terminar de llenar, y algunos de ellos tachados con una raya como si se hubiera saldado una cuenta.
Pues, a pesar de que Gómez Moreno, indiscutible personalidad investigadora, invirtiera veintitantos años en no descifrar nada de los supuestos escritos “ibéricos”, lo mismo que otros prestigiosos lingüistas españoles y extranjeros, da la impresión de que no eran más que apuntes de unidades de trabajo correspondientes a paisanos denominados individualmente por cada una de esas letras o signos, determinando carretas cargadas, o piedras movidas o piedras labradas, o lo que fuera, pero en definitiva, unidades de trabajo realizado tantas cuantas veces se repitiera el nombre simbólico del paisano que trabajaba. Así “M” designaría a Manolo, “N” a Narciso, “P” al peón que fuera, “Д a otro, “una flecha” al que le gustó la flecha como símbolo de su nombre, y así sucesivamente.
Si esto fuera así, como da la impresión, se habría construido una base errónea queriendo hacer de ello un alfabeto de la lengua escrita milenaria de las tierras levantinas, sobre la cual, dada como dogma, se habría construido la demostrada falsa teoría lingüística del “vasco-iberismo.”
Con respecto a la tan traída y llevada palabra “iberia” o “iberos” hemos de considerar que Iberia era la zona de la actual Georgia en la cordillera Caucásica y aledaños. Así le llamaron los vecinos griegos y siguieron llamándola posteriormente los romanos. Aquellas atribuciones de los historiadores romanos e incluso el africano Ptolomeo de llamar Iberia a nuestra piel de toro, está por demostrar, lo que sí parece muy cierto es que a partir de la Edad Media hacia nuestros días se ha atribuido a antiguos historiadores esa denominación.
De momento, y para ir dando pasos firmes, vamos a denominar a los restos españoles llamados ibéricos, simplemente, “antiguos”, “anteriores, quizá” a la ocupación romana; y a cómo hablaban los que los utilizaban, todavía un misterio, amén de la revisión necesaria, en profundidad, de la cronología histórica impuesta por la organización eclesiástica sobre todo a partir del Concilio de Trento.
¿No serían los verdaderos iberos venidos de Iberia, del Cáucaso, perseguidos por los Senyúcidas, quienes se asentaron en la actual España en la Edad Media, los que trajeron los vocablos “Iberia e iberos”?
Antes de dar pasos falsos, dudemos.
Sin embargo yo he leido un trabajo sorprendente en que se traduce con una lógica aplastante plomos íberos (Ullastret y demás) contando únicamente con la gramática vasca. A mí la lógica me dice que los autrigones y várdulos hablaban la misma lengua que sus vecinos, y que seguramente compartirían la misma etnia, la íbera.
ResponderEliminarEstoy convencido que el vasco es el íbero que se hablaba en media península fosilizado. Lo demás me temo que sean cuentos fruto de la política.
Amigo Anónimo:
ResponderEliminarLas ciencias lingüísticas e históricas que se tiznan de intereses políticos pierden el noventa y nueve por ciento de su valor y objetividad. Siempre propuse a mis alumnos no convencerse de nada que no esté absolutamente documentado y constatado. Supongo que hablando de ciencia el convencimiento sin una dosis masiva de empirismo entra dentro de otras esferas del sentimiento. ¿No habrá ocurrido al revés de su sugerencia?
¿Puede alguien convencerse de que la última vasija ibérica aparecida es del siglo II a.C. sin antes demostrar taxativamente que la cruz paté del escudo del supuesto noble ibérico ya tenía esa antigüedad y no es una creación medieval? Hay que dejar muy claros los límites de la ficción y de la ciencia.
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