El guionista de una serie de televisión me decía que para hacer un guión, se confeccionaba un croquis y luego ya se iban creando los capítulos según la improvisación del momento, más o menos. Yo, así, no soy capaz. Tengo que tener todo hirviendo en el cerebro y cuando ya lo tengo todo meterme en la soledad a escribir compulsivamente, sin parar, antes de que se olviden hasta los detalles. Antes de aceptar participar en un “taller de creación literaria”, he pensado que se puede dar clase de léxico, de gramática y hasta de corrección de estilo si se quiere, pero de creación literaria me temo que no es es posible dar clase. A lo único que puedo llegar es a explicar cómo fue el proceso de creación de mis dos novelas. Es lo único. Eso sí que lo puedo hacer con video-blogs, si es que hay lectores interesados, pero sobre este extremo no tengo ninguna opinión. Es algo que se me acaba de ocurrir. Ya veremos.
Lo que puedo adelantar del proceso de “El enigma de Baphomet” ya lo escribí a modo de prólogo en la edición electrónica, en la que, por cierto, había erratas que ya se han corregido, pues por un fallo informático, se habían suprimido estas cuatro letras: “nota”. Y así, por ejemplo, donde debería decir “notario” solo decía “rio”. Y donde debería decir “notaba” solo decía “ba”. Los lectores que compraran la edición con esa errata, pueden pedirme el archivo y se lo enviaré a vuelta de correo personalmente.
Y en cuando al proceso de creación, he de adelantar en estas líneas que tuve la inmensa suerte de haber recibido enseñanzas en Salamanca, entre otros insignes profesores de distintas facultades, de los historiadores jesuitas Bernardino Llorca y José Ignacio Telechea Idígoras.
También tuve la suerte de haber tenido profesores, como el Dr. D. José Luis Pensado Tomé, quien me hablaba de la necesidad de investigar la importancia de las lenguas caucásicas en nuestras latitudes.
Veía a los campesinos labrar las tierras, veía a los armenios que habían huido hacia Europa perseguidos por los selyúcidas, refugiados en logias, labrando piedras y levantándolas a pulso para colocarlas en las paredes de las catedrales y otras construcciones nobles y eclesiásticas, así como con sus afiladísimas hachas cortar troncos y labrar vigas y andamios; y veía a los mendigos intercambiándose mendrugos y otras limosnas obtenidas. También veía a los poderosos, jerarcas de la Iglesia y cortesanos disputándose el dominio sobre las gentes sencillas. Llené la cabeza de detalles e imaginé todo lo que he redactado en “El enigma de Baphomet”, con la que he pretendido crear una obra de arte, que ayude a desterrar del cerebro del ser humano toda maldad y cualquier tipo de calumnia por pequeña que parezca.
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