sábado, 3 de septiembre de 2016

A propósito de lo que veo en televisión estos días. Albert Rivera me recuerda al monaguillo. Y no encuentro camionero


Sucedía el año 1952. Hoy parece inconcebible.

Recuerdo una anécdota en la plaza de la Iglesia de Puertarrey de Astorga, cuando de niños salíamos de la catequesis de la primera comunión: dos mozalbetes de  12 ó 13 años -nosotros teníamos seis- se pegaban a patadas y a puñetazo limpio. Y nadie nos atrevíamos  a mediar entre tales gallos. Hete aquí que uno de los monaguillos de la iglesia, delgaducho y pelo mocho, decidió meterse en medio para separarlos. La somanta que los dos mozalbetes le propinaron fue tan terrible que el pobre monaguillo  se marchó cojeando y dando voces de auxilio con magulladuras por todo el cuerpo; y los gallos siguieron en la pelea. Creíamos que se iban a matar. 

Llegó un camión y aparcó al lado. El camionero musculoso y rudo, al ver la pelea, no medió, los cogió a los dos por las orejas, yo creí que se las iba a arrancar pues los llevaba en volandas. Les soltó la orejas y los cogió a cada uno por un brazo hasta casi rompérselos mientras que los chavalotes intentaban rebelársele. A cada intento, el forzudo camionero les retorcía los brazos hasta ponerlos de rodillas el uno frente al otro. Como no se apaciguaban se agachó hasta que les hizo lamer el suelo: “lame” -decía al uno-. “Y tú también” -le decía al otro-. “Más” - les decía a los dos-. Hasta que tuvieron la boca embadurnada de tierra.

Los obedientes sucumbieron y el camionero fue aflojando hasta que estuvieron de rodillas el uno frente al otro, pero sin soltarlos.

“Repetid conmigo: perdóname, no volveré a pegarme con nadie, venga, venga…” -le conminaba imperioso-. y les apretaba los brazos hasta que fueron balbuceando la frase. “Más fuerte y más claro” - y apretaba hasta, que  a pesar de aquellos labios embarrados, pronunciaron con nitidez fonética-: “perdona, perdona, perdona…” y los fue soltando. El uno se fue corriendo por las callejuelas camino del barrero, y el otro de igual modo también salió corriendo doliéndose de una pierna hacia la bajada de la estación. 

A los seis años aprendí que para mediar entre dos gallos hay que ser más fuerte que entre los dos juntos, de lo contrario el que intenta mediar siempre será el escaldado.

La ley de la Naturaleza es la ley de más fuerte, la ley del pez grande que se come al chico.

Si hay contienda entre dos con fuerzas equilibradas viene el lío morrocotudo porque se enzarzan en constante pelea, y sólo un tercero más fuerte que los dos juntos puede apaciguarlos y hacerles reflexionar. La fuerza no tiene por que ser bruta ni física, sino cualquier otra fuerza , pero siempre más fuerte que los contendientes.

Nota (El camión sigue en el mismo lugar, entonces tenía morro y la plaza no estaba asfaltada. Las casas eran de adobes y vigas de madera)

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