martes, 28 de marzo de 2017

La hermosura de una flor y de un camello.




Las raíces de las palabras del árabe contienen un esqueleto de tres consonantes.
He oído últimamente a algunas personas detrás de un micrófono de radio o de una cámara de TV, decir que hay Islámicos radicales terroristas frente a islámicos moderados personas de paz, porque Islam se puede traducir por paz.
La lenguas semíticas son eminentemente consonánticas, y hay que abordar las traducciones con sumo cuidado para no llegar a tergiversaciones lingüísticas.
Cuando yo estudiaba árabe e Islam, tuve un amigo llamado “Yamal-din”. Este nombre propio podríamos traducirlo con bastante fidelidad, aunque no con absoluta exactitud por “Belleza de la religión”.
Cuando oigo decir que “Islam” se puede traducir por “Paz” me asombro. Esta traducción no es exacta, se aleja mucho de lo que en realidad significa.
Las palabras se ajustan no sólo al pensamiento sino a las percepciones, a la tradición, a la historia, al conjunto de la sociedad en donde nacen y se desarrollan, por supuesto al clima, en suma, a todos los múltiples elementos de su circunscripción desde los más antiguos ancestros hasta nuestros días.
Para uno cualquiera de nuestra sociedad, el concepto de belleza se ha asociado a múltiples significantes a lo largo de la historia social, política y económica. Cuando uno ha superado las necesidades básicas ha podido asociar el concepto de belleza al de una flor o a un atardecer,



no así cuando apenas ha subsistido en la miseria, que lo ha podido asociar a una fruta fresca o a una barra de pan.
Yamal-Din, me decía que para él, el concepto de belleza estaba condensado en la palabra consonántica, de tres consonantes “YML”, (inténtense pronunciar las tres consonantes, sin vocales) parte de su nombre propio, que era el mismo concepto de belleza, exactamente de la misma raíz etimológica “YML” que significa camello. Por eso, para uno cualquiera de nosotros es imposible vislumbrar que “Belleza de la Religión”, comparta significado etimológico con “Camello de la Religión”
Como mi amigo Yamal-Din era bilingüe perfecto, hasta el momento de hacer estas reflexiones no se había percatado de tal homonimia consonántica y no cesaba de reírse al comprobar el paso de una a otra traducción.



En cuando a la vocalización silábica es más difícil de resumir. Quizá el concepto abstracto de “belleza” encierra un contenido fonético vocálico más neutro y más abierto, mas cercano a “YAMAL” que el concepto concreto de “camello” con elementos vocálicos más palatalizados más parecido a “YEMEL”
Por otra parte, y abundando en que las lenguas semíticas son eminentemente consonánticas, nuestro concepto de paz, lo asociamos a ausencia de guerra, a tranquilidad de la mente, a sosiego en el espíritu, a inactividad neuronal… Mi amigo Yamal-Din lo asociaba a ausencia de peligro en el desierto en una fría noche bajo la media luna y las estrellas después de una soleada calurosa y polvorienta caminata por las dunas.
Pues lo más parecido a esa Paz es “SLM” vocalizado en “Salam”.
“Islam” se acerca bastante a "Salam", no se acerca al significado de un sustantivo de nuestras lenguas indoeuropeas, sino a un concepto que habría que explicarlo con una larga retahíla: “Sometimiento obediente y absoluto a la voluntad de la divinidad que es la unicidad por excelencia, ente puro, ente externo, ente universal que todo lo puede, condensado en un concepto que se escapa a nuestra humana consideración”, pero nunca se puede traducir por “PAZ” en el sentido de las lenguas indoeuropeas como la nuestra. En todo caso, tendrá un significado más cercano a “sumisión”.
"ISLAM no quiere decir “PAZ”, ni mucho menos.
“Musulmán” es la tergiversación fonética, adaptada a nuestra lengua, de MSLM vocalizado en una velarización y una palatalización, fonéticamente más parecido a “Moslem” o “Muslim” para el masculino y “ Moslema” o “Muslima” para el femenino: “El sometido o la sometida” a la negación “LA”, que es nuestro adverbio de negación “NO”.
La negación con un artículo pero dignificado, substantivado el adverbio de negación, y elevado a la más suprema significación “Al-Lá” es el que No se puede representar, porque No se somete a nada ni a nadie. "El NO sometido a nada". De esa dignificación de la negación derivan todas las virtudes y atributos, expresados en el rosario de los 99 nombres de “Al-Lá”, que el devoto islámico recita uno tras otro y cuenta con las sartas entre los dedos, observando desde la Yurta o la Jaima la belleza, su belleza, del desierto o del camello o dromedario.
Como es el “No-representable”, no cabe la imagen, no cabe la estatua, no cabe la pintura para expresarlo. No se puede pintar, No se puede esculpir, sólo cabe expresarlo con esa negación: "LÁ" al que se supone un sometimiento total. Sólo el valor del símbolo lingüístico se puede, desde lejos, acercar a expresar su unicidad, y por lo único que se puede traducir es por otro símbolo gráfico que está escrito en el cielo (con caligrafía: Al-Hat) y que lo escribió el mismo “Al-Lá”, según la creencia islámica con su caligrafía curvilínea.
El Corán, en la creencia desde la hégira de Mahoma hasta nuestros días, no es más que una copia de ese Al-Hat celestial, o lo que es lo mismo copia de esa caligrafía celestial.
Sabiendo esto, ¿cómo se puede traducir: “La-iLa-hu- ila- Al -La”, que es la principal sura del Corán? La traducción real será: “No hay más No que el No”, pero tampoco se acerca a la realidad, por eso nosotros lo asociamos a nuestra percepción histórica-social-tradicional, al concepto inicial de Zeus, palabra griega procedente del Indoeuropeo, traspasado al latín Deus, que evoluciona al español Dios. “No hay más Dios que Dios”, sintaxis incongruente y significado anodino para un occidental.
Imposible, irreconciliable. No se puede traducir ni Salam, ni Islam, ni Al-La. Para ser exactos, sólo se pueden pensar en su lengua original. De la misma manera el Corán es intraducible a cualquier lengua. Cualquier traducción lleva a errores inconmensurables y a la confusión.

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