jueves, 23 de marzo de 2017

Imaginación y ciencia (A mi nieta Julia)

Uno de aquellos días sorprendí a Julia y a su hermano sacando de los cajones una cortina vieja para jugar a los disfraces, y jugaban a "las bodas"










Aquel verano, cuando mi nieta Julia era muy niña, sagaz y prematuramente me llevó en nuestra conversación a donde ella tenía previsto. Yo no quise influir en su libertad ni un ápice y le contesté con una sonrisa a su pregunta: ¿Abuelo, tú crees en Dios?
Prometo por mi honor que ella no sabía ni había oído hablar de Atahualpa Yupanqui ni de su famosa canción: "Un día pregunté yo..."
Era yo un jovenzuelo de no más de veinte años de edad, deduzco, porque no recuerdo exactamente, cuando escuché una conferencia didáctica y desmitificadora a don Maximiliano Cordero en Salamanca sobre el libro bíblico del “Génesis”



No recuerdo la abrumadora información erudita que trasmitía, lo que sí me quedó grabado fue que era un políglota de lenguas semíticas, pues escribía hebreo, griego y latín, para explicar conceptos y etimologías de esas lenguas con una facilidad pasmosa. El culmen llegó cuando explicó referencias de libros sagrados y hasta de tablillas de terracota de otras civilizaciones distintas a la antigua judaica con escrituras como cuneiforme y jeroglífico del antiguo Egipto.
Saqué la impresión de que aquel conferenciante era un sabio, sobre todo a mi lado que despertaba a las dudas del mundo universitario-intelectual.
Entre los datos que recuerdo, groso modo, fue que el libro del Génesis se empezó a escribir hace 32 siglos por unos ignorantes campesinos de tierras semidesérticas sin más ilustración que la observación del terruño y el sol por el día; y de las estrellas y la luna por la noche.
Al parecer, decía, fue perfeccionándose la redacción para que no hubiera lugar a equívocos sobre el origen del mundo hasta que hace, siglo arriba, siglo abajo, veinticinco siglos se fijó la redacción que llegó hasta la Vulgata de San Jerónimo en Latín y de la Vulgata hasta nuestros días.
Decía en su conferencia el famoso Maximiliano Cordero que el concepto de Creador de todo lo existente, no podía ser el Señor de las barbas de las pinturas y representaciones escultóricas, sino algo así como una personalidad tan superior que ni siquiera podía caber en nuestras mentes limitadas, ya que creó todo lo que existe partiendo de la nada. Ni siquiera la metáfora del soplo para crear puede parecerse a lo que en realidad tuvo que ser: algo que nuestras mentes limitadas no dan alcance ni siquiera a imaginar. Pero la mente de los que imaginaron el principio del universo y lo expresaron con escritos incipientes era tan preclara que imaginaron que el todo existente tenía que proceder de la nada. O lo que es lo mismo, que la existencia tenía que proceder de la no existencia; y a los que ya más tarde sabían escribir y heredaron oralmente esa primera imaginación, la pusieron por escrito plasmando en los primeros papiros y tablillas que un tal YHWH, pronunciado algo así como “Yavé” inimaginable para nuestras pobres mentes, algo así como si fuera un pensamiento sin cuerpo, tuvo la voluntad de crear todo lo que existe a partir de la nada y los escritores posteriores lo expresaron a su manera:
Ese pensamiento incorpóreo llamado YHWH, en otras civilizaciones ya no podrían imaginarlo como tal sino como si fuera un ser humano pero especial, muy especial, llamado Zeus, y más adelante, ya en latín, se le llamó Deus, y es lo que desde hace quince o veinte siglos se ha dado por hacerlo evolucionar a llamarle Dios..
Lo más importante es el concepto de que ese ser incorpóreo creó el todo partiendo de la nada, o se creó a sí mismo o no se sabe qué…. pero quedó así manifestado para que cada cual lo entendiera como mejor pudiera:
Y así se traduce al idioma español en el primer párrafo del Génesis
Cuando en el principio Dios creó
los cielos y la tierra,
reinaba el caos y no había NADA en ella.
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De la misma manera que Leibniz y Newton, siendo contemporáneos, llegaron a las mismas conclusiones sobre el cálculo infinitesimal sin ponerse de acuerdo, actualmente Muklanov y Hawking llegaron a otras iguales conclusiones. Veamos:
Viatcheslav Mukhanov, científico ruso, profesor en Alemania, llegó por distinto camino a las mismas conclusiones que otro famoso científico inglés, Stephen Hawking: todo lo que existe se formó a partir de un fenómeno infinitamente más pequeño que un punto. A ese fenómeno le llaman fluctuaciones cuánticas.
Tengamos en cuenta que un punto no es nada, sólo es un concepto, no es una superficie pequeñita pequeñita, porque por mucho que la reduzcamos siempre será una superficie. Un punto es algo menor, no sabemos lo que es. ¿Es sólo un concepto? Es menos que eso: Es “la nada”.
La periodista le ha preguntado a Muklanov: “Entonces, ¡toda la materia surgió de la nada?
Y le responde: “El hecho de que el Universo se origine de la nada no contradice ninguna ley física… El Universo surgió de la nada y si me pregunta qué había antes, la pregunta no tiene sentido porque [ el antes supone que hay tiempo y ] el tiempo también fue creado cuando surgió el Universo.
Concluye el científico que Alguien o Algo creó el Universo de la Nada
Desde la Imaginación de aquellos pastores del desierto a la Ciencia actual hay un viaje de treinta y tantos siglos.
Viejo refrán: “Para ese viaje no hubiéramos necesitado tantas alforjas”
A fin de cuentas, la imaginación de unos incultos pastores del desierto y la ciencia actual salen del mismo sitio, son los resultados energéticos de millones de procesos bioquímicos de las neuronas del cerebro humano. La imaginación y la ciencia están muy juntas, muy juntas. Las dos caben en una pequeña esfera de hueso llamado cráneo.
¡Qué juntas ni juntas, como decimos coloquialmente en Málaga…! Fusionadas diría yo, como la cara y la cruz de una misma moneda, como el haz y el envés de una misma hoja.




(Tanto el cráneo como la bioquímica y fisiología de las neuronas las estudié a fondo en segundo de Medicina)
La periodista insistió en sus preguntas y Muklanov le contestó:
“Las leyes de la física lo explican todo. Ahora bien, quién es el creador de esas leyes… eso ya es otra cosa. Es una pregunta abierta”.
Julia: Ahora que ya sabes física y matemáticas, te contesto a tu pregunta que es la misma pregunta abierta que propone Muklanov.



Ante esa pregunta no cabe más que dar un salto. Unos dicen que sí, y otros dicen que no. No hay más remedio que arriesgarse y saltar. Yo salto al lado de los que dicen que sí. Yo creo en Dios, ahora elige tú.




(Ahora que son mayores, en algún rato libre todavía juegan juntos. Ahora juegan a grabar canciones)

















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