viernes, 10 de marzo de 2017

Mis abuelos maternos





No tuve la suerte de conocer a mis abuelos maternos, pero mi madre he hablaba tanto de ellos que los imaginé así, según las descripciones.

Allá, todavía  por el siglo XIX, mi abuelo era el maestro de Brimeda. Entonces los inviernos eran crudos con fuertes nevadas y lobos que entraban por las noches incluso por las calles del pueblo.

Todas las mañana temprano iban mi abuelo y mi abuela a encender las estufas de leña de roble y encina, para que cuando llegaran los 90 alumnos que tenía, niños y niñas, de seis a catorce años, tuvieran la escuela templada. Los hombres del pueblo, al final de cada verano, surtían a la escuela de dos o tres carros de leña del quiñón comunal del monte.

Así los imaginé yo llegando a la escuela una mañana nevada y pinté este cuadro cuando tenía 17 años.


Era el cuadro que más le gustaba a mi madre, y a mi hermana la pequeña. Por eso le prometí  a mi hermana que haría una copia lo más parecida posible  para regalársela.

Ya doy la copia por abandonada y la he firmado. Digo “abandonado” porque una pretendida obra de arte, si no se abandona, puede uno estar hasta casi infinitamente corrigiendo y corrigiendo, y a veces estropeando lo ya conseguido.

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