martes, 14 de marzo de 2017

La propiedad privada y el capitalismo. (Cuento)





Muky, el más listo de la manada, intuyó que almacenando cosas que le hicieran falta cuando hubiera escasez aumentaría su bienestar y el de su progenie.

Oko, más tontorro, intentó  quitárselo en vez de trabajar para conseguir semejante acopio.

Muky se enfureció y defendió su propiedad con uñas y dientes. Le dio una buena paliza y Oko aprendió la lección: debería trabajar para poseer lo mismo que Muky, pero ya no encontró frutos.

 Así empezó la propiedad privada.

La necesitad le hizo aguzar el ingenio y se le ocurrió ir a recolectar hierbas secas a varios kilómetros de distancia, sufriendo penalidades. Hizo cuatro viajes con sendas brazadas de yerba y la colocó haciendo una cama con la mitad de ella y la otra mitad la dejó al lado. Se echó a dormir haciendo ver a Muky lo cómodo que se sentía en tan mullido jergón. Se hizo el dormido.

Muky lo miraba con envidia al oír los ronquidos simulados desde la dureza del suelo en donde estaba echado y decidió, con mucho sigilo, arrebatarle la paja que tenía acumulada a su lado para hacerse una cama igual.

Cuando Muky estaba alargando el brazo y ya iba a robar la primera brazada de hierba seca, Oko saltó de su lecho y le dio un cate de el cuello que lo tiró patas arriba. Le enseño los dientes con un bramido y se dispuso enfurecido  en son de lucha para defender su propiedad.

Muky lo vio tan furioso que prefirió hacer un ademán apaciguador pues no le cesaba el dolor de cuello.

Oko  dirigía intermitentes miradas al montón de frutos que Muky tenía acumulados y Muky entendió al momento lo que quería, así que le ofreció uno de los frutos.

OKo negó y no aceptó el trato. Se acercó al montón de hierba abarcándolo con sus largos brazos. Estaba intentando decirle con dos gruñidos que era mucha hierba, mucho trabajo, mucho capital, demasiado trabajo para cambiarlo por solo un fruto.

Muky retrocedió, cogió dos frutos y le los ofreció al instante.

Oko le dio la espalda despreciando los dos frutos y colocó de nuevo, al lado de su mullido lecho, la gran brazada de hierba. 

Muky  se fue orgulloso a echarse en el suelo al lado del montón de sus frutos.

Al cabo de un rato, y con las costillas doloridas  en tan incómoda postura Muky pensó que quizá con tres frutos ya pasaría por el aro y así fue: cogío tres frutos y le lanzó un grito de advertencia. 

Oko titubeó por momentos pero el hambre le acuciaba y aceptó gustoso.


Había nacido el Capitalismo.

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