lunes, 30 de junio de 2014

Alejandro Lerroux, (Presidente del gobierno en la 2ª República)


La Institución Libre de Enseñanza fue el referente de la cultura española y el vehículo ideológico para introducir en España (entonces nadie le llamaba “Estepaís”)  las más avanzadas teorías pedagógicas y científicas que se estaban desarrollando en todo el mundo libre y moderno antes de 1936. Esta es la inauguración del comedor escolar, en cuyo colegio, entonces se llamaba “la escuela” de San Vicente de Alcántara, los maestros y maestras seguían las inigualables  directrices de la ILE.
Volver  a enarbolar esa bandera de la segunda república roji-gualda-morada (aunque en la foto se vea en blanco y negro) como ingenuamente hacen ahora muchos chavales, no creo que conduzca a nada bueno. En todo caso, quien quiera la tercera república que diseñe otra bandera distinta, ya que sobran colores para hacer combinaciones nuevas.

Estos ocho maestros  y cuatro maestras de Instrucción Pública fueron encantados por la palabrería de promesas vanas, en las que creyeron todos los menores de 30  años, del sociópata Alejandro Lerroux;  y lo votaron y llegó, claro que llegó a la presidencia del gobierno cuando esos extraordinarios maestros no podían ni imaginar remotamente que  llevaría a España a la ruina y al desastre y a la muerte violenta de diez de ellos. Sólo se libraron de la muerte, por casualidad, doña Ludivina, mi madre,  y doña Felisa. Los chavales necesitan estudiar la historia en profundidad. A mi no me hace falta porque me la contó mi madre de viva voz. Es mucho más largo, pero no es cuestión de andar revolviendo lodos sedimentados. Para qué, si no conduce a nada bueno…

viernes, 27 de junio de 2014

La cara de póker del eurodiputado joven

Yo no sé… este chaval de la coleta… es que dice con cara angelical las mismas burradas, con las mismas palabras que los franquistas más recalcitrantes. Además, tanto el profesor Titular Monedero como el profesor interino Pablo Iglesias, a su éxito político le llaman "el Movimiento". ¡Hay que fastidiarse! A ver, los de mi edad, recordemos ¿o es que yo me he vuelto idiota?: 
“El Movimiento, después del Alzamiento del 18 de Julio de 1936, fue la continuación de la política por otros medios…” -decían los franquistas-  “No ha habido crímenes sino víctimas políticas... hemos tenido que matar porque no ha habido más remedio -seguían diciendo machaconamente-, y bien que nos entristecemos por sus huérfanos. Menos mal que hemos subvencionado los hospicios para que tengan un oficio digno…”

Al que ponía un “pero” a los crímenes del franquismo siempre lo consideramos cómplice. 
El que pone el más mínimo "pero" a los crímenes de ETA, se convierte en cómplice absoluto. No hay peros que valgan por más cara de póker que ponga Iglesias Turrión, y por más éxito mediático que coseche. A ver, los de mi edad: ¿cual es mi fallo? Si alguien me lo hace ver estoy dispuesto a rectificar, si es que algo recóndito no he entendido. ( No era esto, no era esto. Ortega dixit)

Me dice uno de mis hijos de la edad del eurodiputado de marras (generación del Mazinger Z y del Famóvil):   "Pues a mi me cae bien el chaval. Es más, me identifico mucho más con él que con el resto de políticos. Y es más aún, creo que va a ganar las próximas elecciones generales.

Y yo le respondo:  "Pues cambiadle el nombre, porque lo han tomado del "MOVIMIENTO de Venezuela" y los mismos organizadores le llaman así: EL MOVIMIENTO, y ese nombre coincide con "El Movimiento" por antonomasia, que nació en 1938, dos años después del Alzamiento, en plena guerra civil, único cauce totalitario y único permitido para participar en la vida pública española. Ideológicamente se apoyaba en tres pilares: familia, municipio y sindicato único al que los sociólogos posteriores llamaron sindicato amarillo.

Al mismo tiempo, existía en el exilio “El Partido”, con artículo determinado. Era la única organización de oposición al franquismo, y se expresaba en una emisora de radio clandestina: “Radio Pirenaica”. Era el Partido Comunista. No creo que en España domine esa ignorancia como para que gane por mayoría absoluta un Movimiento totalitario como el que propugnan. Claro que estos chavales son más listos que sus mentores venezolanos y pueden rectificar rápidamente las burradas que todavía proponen... Eso sí... como Felipe que dejó de ser marxista de la noche a la mañana y pasó de Otan NO a Otan Sí, en unas horas... por ejemplo... porque también fue listo, el más listo en aquella coyuntura. No obstante España ha ido siempre a bandazos, así que todo es posible... Esto va de listos...

jueves, 26 de junio de 2014

El verbo "abdicar" tan de moda...

El verbo “abdicar” es un cultismo de reducida frecuencia. Si fuera palabra patrimonial usada no sólo en círculos restringidos sino de uso familiar, hubiera evolucionando a “adegar”. 
Es decir: la transitividad latina la conserva intacta en romance. Si bien, el significante está más o menos claro, lo que es más compleja es la evolución del significado, que se escapa  a cualquier reglamentación de ley lingüística, porque, si en latín clásico significaba “desheredar” -justamente lo contrario-, en latín tardío significó renunciar, pero conservando su  gramaticalidad transitiva. La “regencia” de una preposición a elegir  es cosa del romance tardío.

Las Meninas de Picasso




Las Meninas de Picasso.

Desde que estudié  en el museo de Barcelona los lienzos que Picasso pintó con el tema de “Las Meninas” he sentido una especie de impulso a dialogar, a preguntar a los estudiosos y críticos oficiales de arte, a proponerle ideas para contrastarlas con sus pareceres acerca del contenido de sus interpretaciones.

Comparto totalmente el pensamiento de algún artículo : “Picasso siempre estuvo obsesionado por Las Meninas de Velázquez”.

En donde ya me pierdo un poco es en la frase de algún comentarista: “Si
comparamos ambos cuadros -el de Velézquez y el de Picasso- se nos hace fácil la
lectura». A mí se me ha hecho harto difícil, y cuanto más los contemplo, más
difícil se me hace. 

Durante la última ocasión que tuve de pasar unas horas en el Museo
de Barcelona, definitivamente decidí no hacer caso a las interpretaciones oficiales,
semioficiales e interesadamente eruditas de los críticos y “entendidos” en arte. Cada vez
dudo más de las interpretaciones simbólicas que se atribuyen a cada uno de los muchos cuadros con los que Picasso recrea obsesivamente Las Meninas.

Se cuenta de un prestigioso escritor que, entre sus lecturas, redescubrió “El
Quijote”. De manera se enfrascó en él, que lo leía, lo releía, lo degustaba, lo
paladeaba y llego a decir: “Dan ganas de no leer otra cosa que no sea esta obra
grandiosa», así que durante mucho tiempo no tuvo otra actividad intelectual que la de profundizar en su lectura.

Cuando comenzó a escribir de nuevo, quiso expresar lo que había sentido en su
machacona lectura del genio cervantino. Quiso hacer otro Quijote, porque le parecía que
sólo merecía la pena escribir Quijotes, y comenzó así su libro: “Una vez era un lugar
de la Mancha con un Quijote y su caballo, y su escudero con un burro llamado Sancho
Panza, el escudero, que el burro se llamaba Rucio, y el caballo Rocinante. Y Rucio y
Rocinante eran guays, y tan guays eran que quisiera que fueran mis amigos, y Sancho
se hizo caca, pero se la hizo de tal manera que no daba asco, y, como no daba asco, a
mí me producía risa al principio, luego me producía lágrimas y después me produjo
tal simpatía que me dejó pensando mucho tiempo sobre la caca de Sancho,y sobre don
Quijote, y sobre Rucio, y sobre Rocinante. ¡Don Miguel de Cervantes, os invoco y me
anonado como escritor, y ante vos sólo puedo sentirme un niño, pero un niño muy
chico, y tributaros la máxima admiración y respeto literarios, ya que ante vos me siento
literariamente disminuido!.

Así escribió estas líneas y las repitió mil veces, como si fuera un castigo de
maestro antiguo que se había impuesto a sí mismo.

A ese libro le puso un prólogo que decía: “Este mi libro, intitulado Don
Quijote, es lo que yo soy capaz de escribir, al lado de su verdadero artífice don
Miguel de Cervantes Saavedra».

Yo me imagino al prestigioso pintor Pablo Ruiz Picasso, delante de Las
Meninas en el Museo del Prado, con su ojos totales, sintiéndose niño ante Velázquez
al que pintó enormemente desproporcionado, como cuando un niño pinta a su papá o a su mamá ocupando todo el folio, y al hermanito intruso, hecho un escarabajo pequeñito y esquemático en el
ángulo inferior derecho del mismo folio.

Estoy viendo a Picasso en El Prado con sus grandes cejas curvas como arcos
románicos, sonrisa rotunda y silente, con la boca abierta, absolutamente concentrado, pensando: ¿Por qué has sido tan ingente, Diego Velázquez, que para pintar el aire suspendiste en él unos brochazos que resultaron ser figuras?
Me imagino a Picasso abalanzado sobre la barandilla protectora tratando de ganar medio
metro de distancia para poder apreciar mejor las miles de genialidades que son cada una
de las pinceladas o emborronamientos sobre el viejo lienzo.

Es de suponer que iría descubriendo, poco  poco, la hechura de la sombra de la nariz de la
infanta Margarita, aparentemente tan suave y delicada, realizada no con pinceles sino con la hombruna huella del pulgar; y las flores del pelo, conjunto de pinceladas informes y groseras, o los ojos de Ia misma niña: dos manchones cuyo único secreto de realización es haberlos puesto en su justo sitio.

Me imagino a Picasso descubriendo el brocado del escote de la misma infanta Margarita,
resuelto con unas pinceladas oscuras, toscas y atrevidas por encima -aberración pictórica- del rubio cabello de la niña, como si se hubiera tratado de un despiste. Aquí, casi estoy seguro de que Picasso echó un taco maldiciendo irónicamente a Velázquez con sana envidia por haber descubierto, hace tres siglos, la antitécnica de la pintura.

Si Picasso hubiera tenido tiempo de escribir libros, hubiera escrito algo parecido
a lo del escritor de marras, sintiéndose niño ante el maestro. 

A Picasso, por oficio, le resultaba mas fácil expresarse a través de las formas y colores, en los que, al contemplarlos en sus cuadros sobre Las Meninas, se sentía tan
anonadado, que sólo podía pintar como un niño ante el gigante, trazando rayones y
manchas casi erráticas; y el perro, naturalmente esquemático en la nada, como si lo
hubiera pintado un “guaje" de tres años.

;Claro que se pasó días y meses haciendo palotes en los lienzos frecuentemente
inacabacos, expresando conscientemente su pequeñez ante Velázquez!

En las meninas de los ganchos en el techo, vaya usted a saber qué quiso expresar Picasso.
Me encantaría que alguien me lo descifrara. Yo creo que, simplemente, pensó que Velázquez ordenó quitar las dos arañas con velas -entonces era el modo de alumbrar por la noche las estancias reales- porque le molestaban para la realización del cuadro, y Picasso quiso que a nadie le pasara desapercibido el detalle: de ahí inventar y colocar dos ganchos.








En definitiva, lo que menos le importaba a Picasso, y en lo que quizás ni siquiera
pensara sería en las símbolos que se le atribuyen. Si hubiera expresado sus sentimientos por otros medios que no fuera la pintura, oralmente o por escrito, probablemente le hubiéramos oído: “Pablito nene pinta niña buapa, Maribárbola y Nicolás payasos  de la nena. Tita Sarmiento y Tita Velasco son buenas, pero a mi papá no le gustan las costumbres de los reyes con sus ayas y dice que son malas. Cuello al revés. El otro papá Diego de Silva y Velázquez buapo, bueno, grande, grandísimo, omnipotente, omnipresente, Dios, mi dios, dios del color, dios de las formas, dios de la composición, dios de las texturas, de la naturaleza, de los descubrimientos técnicos en la pintura, el único, el mejor, el inigualado. Yo, Pablito Ruiz Picasso, pequeñito».

Quizás este reconocimiento haya sido lo que posibilitara a Picasso entrar en el
reino de los dos o tres mas grandes pintores de Ia historia, ya que cuando era niño
pintaba como un hombre y cuando llego a ser hombre se atrevió a pintar como un niño.

(Jesus Garcia Castrillo)

miércoles, 25 de junio de 2014

La esposa de Bárcenas


Aquí nadie se enteraba de que le metían dinero a espuertas por la gatera, por la chimenea o por correo en sobres anónimos. La ministra no se había enterado de que alguien le pagó un cochazo, el Mas no sabía ni dónde localizar Ginebra en el mapa. Madalena no sé qué otro lío, Gordillo no se enteraba  de que le metían en la buchada  dos sueldos ilegales, el comunista americano Güili Meyer no sabía que tenía un fondo opaco en Luxemburgo, la hermana del Rey (con Mayúscula, si acaso) tampoco se enteraba  de lo que le entraba en la cuenta corriente del banco en el que trabajaba, los de la UGETÉ ni repajolera idea de dónde le procedía la pasta de las comilonas en la feria, el chaval con cara de póker ni puta idea de que Maduro le endiñaba casi cuatro kilos de eurazos, Bárcenas, se enteró por su mujer de que tenía la pasta en Suiza. La única que sabía de verdad dónde tenía los cuartos era  Rosalía, mi paisana, la maragata, la única que no pertenece a “la casta”, la única honrada. Dicen que los maragatos saben cuidar su dinero como nadie y en qué saco de la despensa lo guardan. Por eso tenemos fama de tacaños, pero es una calumnia que se ha extendido porque los maragatos del reloj del Ayuntamiento de Astorga, unos años que estuvo estropeado, al dar las campanadas daban las horas y las medias pero no daban los “cuartos”.

No sé si lo que me sale es la furia de la tribu, pero me parece que Rosalía es la única que vale su peso en oro, por lista y por honrada. “Viva la República Independiente Maragata”. “El Jerga puerto de mar.”

martes, 24 de junio de 2014

El poder de las alfombras

  • -Diablos tienen las alfombras.
  • -No sé qué tienen, sí, que a todos les gusta pisarlas.
  • -El subconsciente traiciona a los falsos profetas como el tintineo de las monedas traiciona a quien se hace el sordo y vuelve la mirada al oírlas caer al suelo.
  • -¿Será porque alguien ha tenido que extenderlas para que las pisemos?
  • -¡Ay, las alfombras…! Son el símbolo del pisoteo de las personas. 
  • -Será… será… ahora que lo pienso.
  • -Pisemos el duro suelo, entonces, por si acaso nos apoltronamos.
  • -Vamos, anda, que nos queda mucho camino hasta llegar a Alepo….  (Los canteros de Elohim)

lunes, 23 de junio de 2014

Pablo, su profesor y sus colegas entran en el hotel Ritz

Eva: —¿En qué hotel será la cena?
Clara: —Mañana iremos Leo y yo a reservar el Ritz. Lo habíamos decidido hace mucho tiempo. Hay que celebrarlo por todo lo alto.
Leo: —La fecha es buena porque... Y está escogida a posta por varios motivos, uno de los principales es que ni es martes, ni trece, ni viernes.
Jorge: —Muy bien, para los supersticiosos.
Profesor: —Os pasaremos a todos el archivo con el libro terminado para que podáis leer el primer borrador antes de la cena, a espera de la sorpresa del Vasco, que me ha escrito ahora otro mail y me ha anunciado parte de la sorpresa, pero no ha querido revelarme todo. Sólo me dice que es algo que quiere añadir al libro, y que acaba de comprar el billete de avión on-line.
Pablo: —Pues vaya intriga. A nosotros esa fecha nos viene perfecta. Esa semana no tengo vuelos y Alice no tiene problema, que es la jefa de su negocio... Mañana al ginecólogo.
J. Carlos Gutiérrez: —¡Eh! Que acabo de incorporarme: ¿Dónde será la cena? Que yo no me la pierdo.
“En El Ritz, en el Paseo del Prado” —respondieron varias pantallas al mismo tiempo.
Carlos Gutiérrez: —¡Ah! Es que se me había ocultado la pantalla, y no os veía.
Clara: —A las nueve de la noche, allí nos encontraremos.
El día siguiente, Pablo se fue para Boston. Lo llevamos Clara y yo al aeropuerto. Menos mal, porque a los pocos días se paralizaron todos los aviones por una huelga total de controladores aéreos.

Capítulo XIV
99
Clara y yo recogimos al Vasco en el aeropuerto. Los aeropuertos ya funcionaban, aunque todavía en estado de alarma, dada la militarización y la mano dura del gobierno, según nos informaba el taxista. Algo ha pasado con los controladores aéreos, pero, con la preparación de nuestro evento, y la maquetación del libro, no he tenido tiempo de enterarme de detalles. Ya le preguntaremos a Pablo.
Llevamos al Vasco al mismo hotel Ritz donde quiso hospedarse a pesar del precio. Como otro idiota me emocioné al saludarlo. No sé qué me está pasando. Debe de ser que me estoy haciendo viejo prematuro.
Cuando lo dejamos en el hotel, me dijo Clara:
—Tiene que haberle ido bien en Argentina.
—Pues debe de ser al único —le respondí—. Supongo que además de la enseñanza se habrá dedicado a otros negocios más rentables.
Por la tarde, nos presentamos en el hotel, media hora antes de la cena por si alguno se adelantaba.
En el vestíbulo esperamos un rato; mientras tanto, como todavía nadie aparecía, nos acompañó un maître al comedor reservado, para que diéramos el visto bueno a la preparación de la mesa.
¡Hala! ¡Trescientas copas para cada comensal! ¡Qué barbaridad! Los adornos florales derrochaban colores entre los entremeses y canapés exóticos que se desbordaban en las fuentes. Los destellos de luz en la cubertería de plata nos deslumbraron.
Me decía Clara en un aparte, mirando las columnas, los techos y los cortinajes, aprovechando que el maître se adelantó un poco:
—¿No te parece demasiado lujo para celebrar la culminación de un libro?
—No vamos a redimir el mundo por prescindir de una celebración histórica. Un día es un día, y única ocasión para reunirnos los profesores y alumnos de antaño ¿Qué son más que nosotros los jefes de Estado cuando aquí se hospedan invitados por el Gobierno? En lo único en que nos diferenciamos es en que nosotros lo pagamos de nuestro bolsillo, y no de los presupuestos del Estado. Desde luego, el hotel es precioso. Cuando vinimos a reservarlo no me fijé tanto.
Se nos hundían los zapatos en las moquetas.
Mientras esperábamos a que se llenara la mesa lujuriosamente decorada en medio de dos grandes columnas de fuste liso y capiteles afiligranados, nos cruzamos besos y abrazos emocionados donde no hacían falta las presentaciones con Eva y su familia, que llegó muy puntual a la cita.
Entró Nora acompañada de un botones hasta la sala. Se la presentamos a Eva. Clara hacía de anfitriona.
—Yo había quedado en buscar a Alfonso Sierra y a Juan, los conserjes —le dije al profesor que subía la escalinata con la carpeta del libro debajo del brazo— y por más que he buscado no he dado con ellos. Hubiera sido un puntazo que hubieran venido. Las que han estado a punto de venir, y que al final no han podido, han sido Candi, la directora, y Nachi; siguen dando clase y no se atrevieron a pedir permiso para esto.
—Yo había imaginado —dijo el profesor— que de no reunirnos en fin de semana, habría muchas ausencias, pero, por si acaso me equivocaba, no quise disuadirte de tu empeño de reunirlos a todos alrededor de “mi libro”.
El maître se apartó discretamente de nosotros y miró el reloj con disimulo.

Habíamos quedado a las nueve y ya eran las nueve y veinte. Yo miré a Pablo de reojo, y él me respondió con movimientos de cabeza a ambos lados y de cejas preocupadas…