A propósito del fallecimiento de García Márquez, veo que todo mundo le llama Gabo. Yo nunca supe de tal apelativo. Supongo que sería familiar e íntimo. Para mí y mis coetáneos siempre fue simplemente García Márquez. Incluso a los dos profesores que tuve en Salamanca de “Literatura Hispanoamericana” -época del boom- nunca les oí lo de “Gabo”, pero es curioso que todo mundo dice que lo ha llamado siempre así, hasta los que no han leído ni un solo libro suyo.
Me faltaba por leer el discurso del Nobel, y he aprovechado hoy que lo han publicado algunos periódicos. Entre otras cosas habla de la soledad del pueblo de las distintas repúblicas americanas, y se autocalifica de “colombiano errante y nostálgico” tocado por la suerte. No cabe duda de que fue un fulano inteligente: no he encontrado ni un solo rasgo de acusar a españoles y portuguesas de sanguinarios como me he encontrado tantas veces en otros Garcías y en otros Márquez latinoamericanos. Este señor ha evitado con el silencio las acusaciones que se podrían volver contra sus antepasados.
Recuerdo a un ecuatoriano que en una conversación “amistosa”, sin apenas venir a cuento, trató de zaherirme diciéndome que los españoles -y me señalaba con el dedo- habían masacrado a los pobres indígenas de las selvas americanas, y a los que quedaron vivos les hicieron sustituir sus cerbatanas de caza por tubos de hierro que disparaban con pólvora para matar seres humanos. Aquel fulano, casualmente se apellidaba Cepeda, Pérez, Márquez, García. Y simplemente le contesté que mis antepasados se quedaron en casa en los pueblines leoneses cultivando las tierras, que fueron los suyos los que se fueron a matar indígenas, según sus palabras, a lo que no pudo más que contestar con una sonrisa.
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