domingo, 20 de abril de 2014

Llenando un hueco. (Lo que no se escribe estos días sobre García Marquez y las letras)

https://steemit.com/spanish/@jgcastrillo19/gabriel-garcia-marquez-autor-de-segunda-fila-o-premio-nobel

Creo recordar cierta tradición olvidada de que,  hasta la mitad del siglo XX, la prepotente “intelectualidad española”  no concebía que de las ex-colonias de ultramar surgieran grandes hombres de letras. Sólo podían dar indianos que volvían a morir a la madre patria forrados de billetes, a pesar de que en Buenos Aires ya hubieran proliferado editores de libros y librerías que dejaban pequeños a los de este lado del Atlántico.
Para ser justos no debemos olvidar que a García Márquez, a pesar de que había recibido algún premio en Suramérica, por más que insistió, nadie valoró con justeza ni nadie hizo caso de su literatura. 
Yo creo que él era consciente del sentir general: para ser reconocido como escritor de primera fila tenía que editar su manuscrito en España. Por eso, cuando terminó su “Cien años de Soledad” se lo presentó en primer lugar a un editor español, en Barcelona, que era  la ciudad cultural por antonomasia, muy superior a Madrid por aquel entonces. 
El pobre Gabriel salió con la cabeza gacha, desilusionado, y desconfiando de la que él creía una buena novela, cuando volvió después de unos días a recoger su manuscrito fracasado: “No vale para nada”, le dijo el editor de marras. “No es buena literatura, mozo”. Me imagino la escena con Gabriel mirando al suelo y al millonario devolviéndole el tocho con una mano y con la otra dándole una palmada en el hombro. “´Hala, a ver si escribes otra novela con más fortuna. Adeu, noi”, puede ser que se le escapara.
La segunda ciudad en importancia para las letras de la lengua española era Buenos Aires, así que envió por correo su manuscrito al editor argentino. A este le pareció de una calidad soberbia. Le imprimió una cantidad pequeña de ejemplares, por si acaso no cuajara en los lectores bonaerenses, a pesar de su inversión en publicidad y marketing. Pero sorprendentemente vendió la edición en unos días. 
Después del éxito, la catalana Balcells, que olió “pelas”, no dudó en acaparar al pobre Gabrielico colombiano y prometerle que lo mismo que sus personajes mágicos podían convertir cualquier metal en oro, así ella podía hacerlo con las letras de su ya exitosa obra. A esta señora yo no le concedo ningún mérito porque ya apostó sobre seguro. Así, cualquiera…
Si yo fuera heredero de García Márquez no lo hubiera incinerado; le hubiera hecho un panteón al lado del de Eva Perón, en el cementerio monumental de “La Recoleta” . Si no hubiera sido por Argentina, por más que digan, hoy García Márquez sería un autor de segunda fila.


Resulta curioso que los editores, desde entonces, ya no despiden a nadie con cajas destempladas. Aprendieron la lección para siempre y todos escriben la misma muletilla para excluir un libro: “ A pesar de haber valorado las cualidades del manuscrito no entra su temática, de momento, en nuestros planes editoriales”.  Y se quedan pensando en lo ricos que fueron y adivinando el porvenir del libro electrónico.

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