domingo, 14 de noviembre de 2021

Sobre los vascos


Ostraca falsa con la que algún desalmado intentó demostrar la antigüedad del idioma vasco, de al menos la edad de Jesucristo. ( Aparecieron en Iruña Veleia varias  ostracas falsas enterradas hace unos años a varios metros de profundidad. ¡Qué barbaridad...!)

Hay lectores de mis artículos a los que  les satisfacen y son defensores. También hay algún que otro detractor que hasta se ha creído que las ostrakas aparecidas enterradas eran auténticas de hace miles de años.

Una personalidad intelectual y  defensor es el Catedrático de la Universidad Complutense de Madrid, don Amando de Miguel, que acaba de publicar lo siguiente:


Sobre los vascos

Amando de Miguel

Una de las lecturas inolvidables de mi infancia fue la novela histórica Amaya, o los

vascos en el siglo VIII. Entonces, vivía yo en San Sebastián y, desde entonces, todo lo

vasco me interesa. Últimamente, me he carteado con mi amigo Jesús García Castrillo,

lingüista eminente y buen conocedor del euskara o vascuence. Su tesis confirma una

sospecha que muchos teníamos. No se trata de un idioma anterior al latín, y menos

aún coetáneo de la Torre de Babel; se desarrolla en los primeros siglos de la Edad

Media, con el influjo principal del armenio.

Somos muchos los que nos hemos preguntado por el milagro del arte románico, sobre

todo, francés y español (la parte de los reinos cristianos) a partir del siglo X. Fueron

“siglos oscuros”, en los que la población autóctona se dedicaba, penosamente, a

cultivar la tierra o a guerrear. ¿De dónde salieron los constructores de las

maravillosas iglesias románicas? Fueron, fundamentalmente, las nutridas cuadrillas

de armenios. Provenían de un territorio cristianizado antes de que lo fuera el imperio

romano. En Armenia habían levantado numerosas iglesias de piedra. Ese origen

“oriental” del arte románico se advierte, de forma eminente, en los cimborrios de las

catedrales de Zamora y Salamanca. Hay otras muchas huellas culturales. Se conservan,

actualmente, en los típicos deportes populares vascongados: cortar troncos y levantar

piedras. Es una afición que no se conserva en otras regiones de Europa.


Lo que me interesa destacar, ahora, es el notable paralelismo entre el idioma armenio

y el vascuence. García Castrillo lo ha demostrado con todo tipo de pruebas. A pesar de

que puedan contar otras raíces y, desde luego, la influencia del latín vulgar, el euskara

fue una lengua que se formó en la Alta (y oscura) Edad Media por la influencia de los

armenios. No es casualidad que las primeras palabras escritas, tanto del castellano

como del vasco, aparecen en un códice de San Millán de la Cogolla (la Rioja), alrededor

del siglo X.

Muchos de los canteros y leñadores armenios se concentraron en el norte de España y

sur de Francia, acogidos al aislamiento de sus valles. Fue una forma natural de

“confinamiento” (como diríamos en la jerga actual) frente al azote de las recurrentes

pestes. Como es natural, terminaron por mezclarse con la población aborigen. El

argumento de García Castrillo me ha convencido.

Por tanto, nada de la leyenda de la autoctonía romántica de “los vascos en el siglo

VIII”, como herederos directos de los tiempos de Noé. El vascuence no es,

precisamente, el idioma hablado en el Paraíso Terrenal. Se trata de una construcción

medieval, paralela a las lenguas romances, a partir estas del latín vulgar. Con lo cual se

demuestra, de paso, que no puede sostenerse por más tiempo la hipótesis de la

“pureza racial” de los vascos.

Se ha difundido otra teoría lingüística: la proximidad entre el euskara y el beréber del

Magreb. Podría ser, también, consecuencia de una rama de las migraciones armenia

por las costas africanas del Mediterráneo. Armenia ha sido, siempre, una nación de

emigrantes, machacados por los poderes vecinos de su lugar de origen.

No pretendo ser original, ni puedo exhibir méritos de la ciencia filológica, que no

poseo. Pero “nada de lo humano me es ajeno”, según la máxima de Publio Terencio

Africano, que San Agustín hiciera suya.

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