lunes, 29 de agosto de 2016

EL BACO (Cap. 25, 26, 27, 28, 29)



25
A media tarde se aisló Pablo en su cuarto lleno de carteles musicales, una portada pseudopornográfica, medallas ganadas en los campeonatos infantiles, litografías sin cuento, una raqueta colgada: tan multicolores las paredes como los rosetones góticos. La mesa de estudio cara a la ventana. Era el duodécimo piso. Precoz la noche, envuelta en una escena de teatro romántico, destacaba los puntos luminosos que se fueron acercando hasta que se hicieron tormenta tenebrosa con tales truenos que retumbaban los cristales. La lluvia oblicua repiqueteaba de frente. Quiso, cuanto antes, cumplir la promesa que había sellado con su palabra, y sintetizó en una página sus impresiones por tierras leonesas para enviárselas a Honorino el notario:
A D. Honorino y Dña Adela, como prueba de gratitud en nuestro fugaz encuentro. (Prosa).
El Viaje.
Saliendo de la pequeña ciudad, sube el tren la cuesta Postiga. En cada unión de carriles, se mecen como a compás, todas las cabezas de los viajeros, cuales galeotes de viejas embarcaciones..., ¿...?; no, remos no llevan. ¿Llevan ansias de llegar? Las expresiones de los rostros son indescifrables. No sé si un sabio o un viejo me sacaría de dudas. Sabio no tengo; pero viejo, es el casillero del paso a nivel cercano.
Era éste, uno de mis paseos por la parte alta y seca del contorno, donde el camino, soleado y polvoriento, parte de la carretera; ni árboles hay ni babosas; allí sólo huele a tierra, que se aleja y se aleja hasta tocar el cielo.
—Buenos días, señor, —le dije al hombre por la ventana de la caseta, y, cuál no sería mi zozobra, cuando no encontré respuesta a mi saludo. Dormido no estaba; era sordo; leía una revista nueva de la misma semana en que vivía y el embeleso en su lectura le ayudaba a olvidar su ventana carcomida. Mas no tardó en percatarse de mí; entonces, lo saludé con una sonrisa y esperé en la puerta a que se levantara.
Como si fuera un rito mágico cerró la revista y, al levantarse, la posó en la almohadilla donde se sentaba. En los segundos de espera, me sentí violento de no saber por qué le iba yo a preguntar por la expresividad monótona o no de los viajeros; y disimulé pidiéndole un trago de agua de su botijo fresco. ¡Es fácil hacer poesía interior, mas no comunicarla y que el otro la comprenda!
Con voz pausada y sin quiebro me dijo:
—Está heladita; todas las mañanas la traigo del pueblo, y traigo también este cestito de helechos. Ahora dicen que de la luz sacan hielo; yo no lo creo. El hielo sólo lo hace el invierno en los charcos y en la fuente de la plaza…
Y como con desprecio, batía temblorosas sus mandíbulas secas y sin dentadura.
Yo escuchaba después de beber, y, sin dejarme hablar, me dijo levantando el dedo:
—¡Cincuenta y siete años sentado en esa silla y cerrando las cancillas a las horas del correo! No me jubilan, no; y ya soy viejo; enviudé a los sesenta y tengo tres nietos. A Rosalinda... bueno, no, a los tres los quiero.
Moviendo las cejas arrugadas se reía mirando al horizonte:
—Hace poco «vinon» los tres, la hija y el yerno. Buen yerno me trajo; y trabajador; gana un buen sueldo.
Y así hubiera estado compartiendo con alguien sus sentimientos fraguados en la soledad del paso a nivel de la carretera.
—Y usted, ¿no va a verlos? —le pregunté yo.
—Nunca he salido del pueblo —y se reía—, pero todos los días le digo adiós al correo que marcha. No he viajado, pero un viaje me queda que hacer, ya soy viejo.
Su rostro expresaba, al decir esto, resignación y miedo; y muy serio, tragaba saliva afilando más su barbilla puntiaguda.
—¿Otro traguito? —me dijo al ver en mí un ademán de despedida, satisfecho de que le hubiera escuchado un poquito.
—Muchas gracias, señor —le contesté acercándome a su oído, y le metí el botijo en la tinaja de helechos húmedos—. ¡Adiós, buen hombre! —le dije. Esta expresión se la había oído a la gente de los pueblos.
—¡Adiós, mozo! —me contestó sonriendo; y entró a sentarse en la almohadilla negra y brillante por el uso y por el tiempo.
Sin más encabezamiento que la dedicatoria, sin fecha ni firma, envió a La Coruña la que consideraba su mejor página literaria.
A Honorino y Adela le hubieran agradado, al menos, unas letras.
Pasadas dos semanas ya estaba asentado en Pataskala, en el estado de Ohio, a pocos kilómetros de Columbus, con su familia, poco antes de comenzar el curso académico.


26
ESCRITURA CUARTA
Durante el mes de septiembre, Leo mató el tiempo como pudo resolviendo problemas de química, introduciéndose en la informática y jugando al golf en El Candado, club del que eran socios sus padres. Una mañana inició la salida, siempre con los hierros, porque el madera uno, el madera dos y el madera tres no los dominaba. Llegaba al «green» del hoyo cinco y la bola cayó en «banker». Como normalmente, por pura pereza, jugaba sin pinchos en los zapatos, al bajar a la arena resbaló en la ladera, se dolió del coxis y llegó sin billete hasta la bola blanca que desde lejos parecía un huevo de paloma. El casual compañero de partido intentó ayudarlo en su postura supina, y de pronto encontró por delante la marca tersa del pasajero priapismo subsiguiente a la caída, y por detrás, cuando intentaba levantarse, la culera de los pantalones claros teñidos de césped. Al sentirse observado con mirada firme, inexorablemente se asoció al rey mirón de las huríes humanas en la Edad Media leonesa. Como Pablo representaba el botón perdido, andaba algo desabrochado; y ante cualquier evento de la vida cotidiana, se sorprendía a sí mismo tenuemente hipnotizado e inmerso en los cercanos acontecimientos pasados.
En el mes de octubre, transcurridos los primeros días de clase, recibió carta de Ohio. Quién sabe, se decía mientras avanzaba en la lectura, si dentro de quinientos años esta «kártula» de Pablo no será parte de la historia escrita, y si el desprecio por las asignaturas de letras no sólo se convertirá en respeto sino en admiración tan sugestiva como inefable. El contenido del sobre le parecía una resma de fotocopias por el grosor del taco. Las hojas del cuaderno que Pablo y Leo habían descifrado en la playa también venían incluidas. Su primera intención fue leerlas lentamente, durante los ratos libres, para que no le robaran tiempo en los estudios; pero no se contuvo, y devoró de una sentada las que no había leído.
(En el fondo del baúl, he descubierto este pergamino, que tengo que incluirlo ahora, porque, aunque la fecha de la era está muy sucia, con la lupa he podido comprobarla y creo que los voy clasificando bien, según el orden cronológico. Dice así:)
El siguiente texto, no es necesario traducirlo en una nota a pie de página porque inmediatamente lo traduce el cuñado de Honorino.
«In era X post millessima (año 972) duas post mortem Heliodorus» (El resto está escrito en castellano antiguo muy raro)
(Por tanto, tengo que venir aquí, para reconstruir las sucesiones. Heliodoro murió en el año 970, y el hijo que heredó el cuidado de su religión fué Dorodionoteo, porque sigue diciendo):
(Traduzco, porque este documento tiene mezclas de latín con castellano antiguo muy raro):
«En la era 1010, dos después de la muerte de Heliodoro, Sajar y Aligmá renunciaron a las datas de sus antepasados. Ellos, hasta encontrar la verdad dionisiaca, vivían en la era 338 de Muhama. Con ellos, hombres y mujeres de todos los oficios se habían convertido a nuestras supremas tradiciones porque encontraron en nosotros amor y alegría en esta vida, además de amor y alegría en compañía del Baco en la eterna. En la religión de sus padres y abuelos (Dice textualmente: “abiis suis”), sólo tendrían alegría en la vida eterna, que es la incierta, aunque sea más larga. Sajar y Aligmá dieron a la mazmora de Dorodionoteo 300 hectáreas de tierras»
(He hallado la correspondencia porque en realidad dice):
«... MMDCC tafulias terras…»
(y cada tahúlla mide 1.118 metros cuadrados. Por lo tanto 2.700 tahúllas por 1.118 metros cuadrados que mide cada tahúlla, dan 300 hectáreas)
«También poseían cincuenta siervos, veinte parejas de bueyes, novecientas borras, seiscientos borros, doce asnos para trasportar piedras y hacer presas para hacer pesqueras y trasportar a los siervos al campo. Y todo se lo dieron a Dorodionoteo y a su mujer Naima».
(Dice): «deron a Dorodionoteo e a sua muler Najma cuanto avian en lugar pernomeado Mesapotama inter rivulos Esila ye Kia».
(O sea: que aunque detalla lo que dieron a la bodega, aquí dice que ese matrimonio, Sájar y Aligmá, que al parecer eran los dueños de toda la comarca, le dieron todo lo que tenían en la Mesopotamia, entre el río Esla y Cea, a Dorodionoteo, que era el dueño de la bodega. Puede ser que, si encontramos más escritos con los que se puedan demostrar más cosas, Honorino y Domitila sean dueños de toda la comarca. Hay que seguir buscando y ver dónde estaban esas 300 hectáreas de tierras. Comprobar también cualquier detalle que aparezca en otros pergaminos por si acaso fueron vendidas a alguien en el tiempo que va desde esta donación hasta el día en que se hizo la compra a Ceferino).
«Sájar y Aligmá también le dieron al sacerdote de la bodega, que era Dorodionoteo, dos mil masamuras para construir una casa al lado de la bodega y se fueron a vivir allí con Dorodionoteo y su esposa y sus hijos y con más parientes, muy cerca del Dios Baco. Y comieron carne de muharram y les supo muy buena, igual que a los cristianos. Los tagarinos les insultaban; les llamaban “Krd” que quiere decir“simius ya porcus”(mono y cerdo), por eso no salían de la bodega de dar culto a Baco sacrificando borregos y corderos».
(Dice): «borroaecus ya borraquias ya Krdarios».
«Eran descendientes de Muhama de la estirpe de los Sarquiyinos,
por eso los cristianos les llamaban Sarracenos, que es lo mismo; pero no lo sabían decir según la lengua de sus antepasados».
(En el mismo pergamino dice): «de avolorum ya de parentum suorum».
«Muy pronto, Sájar y Aligmá murieron felices, sonrientes, con el divino líquido en los labios. El color de su piel era aúreo, sobre todo los ojos. Antes de morir brillaban como el sol y mucho más que el oro. Los dolores debajo de las costillas derechas los convertían en sonrisas dionisiacas con el divino licor, licor de Baco que quita todos los dolores y adormece en la paz. Después de despertarse quita el dolor del centro, encima del ombligo; y adormece en sueño dionisiaco. También habían entregado a la bodega veinte fardeles que tenían llenos de ropa y doscientas quilmas para los cereales, y veinte alhamares.
Esto fu scripto su era MCCLXXXII en genero, XXII dias. Regnando el rey do Fernado en Leo, en Castiella, en Sevilla, ena Anda luzia, en otra tierra mucha. Aadil Bin Migaeliz scripsit.
(Atención a esta fecha porque es el año 1254, reinando Fernando III el Santo).


27
CUARTA  ESCRITURA, SEGÚN EL ORDEN CRONOLÓGICO QUE IBA DEDUCIENDO EL CUÑADO DE HONORINO
(Hay otro pergamino en latín, en el que después de una lista de nombres y cuentas, cita a Dorodionoteo; pero acaba y no existe el siguiente; aunque sin duda está relacionado con el anterior o puede ser el que traduce el copista del siglo XIII, porque dice):
«Ecce inventarium vel testamentum quod facemus pro remedio animas nostras et parentum nostrorum, tibi Dorodionothei, ego Sajar Ibn Seif et uxor mea Aligma…»
( Traduzco):
«Este inventario o testamento que hacemos para salvación de nuestras almas y las de nuestros padres, a ti Dorodionoteo, yo Sájar I.S. y mi esposa Aligmá»
(Aquí termina.Ya aparecerá la continuación; en algún pergamino tiene que estar. Esta escritura puede ser muy importante porque con ella, Honorino puede demostrar las propiedades, que yo creo que constituyen una verdadera fortuna).
(Esta escritura no tiene fecha pero deduzco que es de esta época porque son listas de cuentas de la construcción de la casa, al lado de la bodega, que es destinada a vivir los cuidadores del culto. Piedras, maderas, cal, adobes. De momento no la traduzco porque no ofrece interés y es muy larga; ocupa diez pergaminos. No tiene nada que pueda interesarle a Honorino y Domitila).
(Parece que voy construyendo bien la cronología, porque la escritura siguiente habla de Zait-Zamaliel que es el que está enterrado en la bodega y es hijo de Dorodionoteo. También habla de su esposa Tidkar-Nur. Habla de «marmor» para la lápida. «Ojo», no confundir con Zait-Yamal Zamaliel que era su tatarabuelo: el de las visiones del Dios Baco. Este pergamino está muy deteriorado y además tengo que pensar mucho la traducción porque figuran muchas palabras que no entiendo y tengo que consultar diccionarios, aunque el sentido ya lo he sacado: Siguiendo la línea teníamos a Dorodionoteo, y con él misteriosamente se acaban los nombres griegos porque su hijo Zait-Zamaliel tampoco le pone a su primogénito nombre griego sino Salb-Ben-Zait-Zamaliel que quiere decir: «Salb, el hijo de Zait-Zamaliel». Encuentro un detalle y es que, como habla del mármol para la lápida, es de suponer que se escribió después de su muerte. No obstante en la escritura que yo considero, cronológicamente, inmediata posterior, que es la copia de la inscripción de la lápida de la sepultura, sí figura la fecha de la muerte de Zait-Zamaliel, aunque en la lápida no figuraba nada).


28
QUINTA ESCRITURA. HACE REFERENCIA AL EPITAFIO
(Hay un pergamino que solamente tiene escrita una copia de la inscripción de la sepultura de la bodega en un perfecto latín clásico, que es lo que menos trabajo me cuesta traducir):
TU HIJO, SALB-BEN-ZAIT-ZAMALIEL, TU NUERA TISCAR-NUR, Y TUS NIETOS Y TODA SU PULCRA DESCENDENCIA, TE ENCOMIENDAN AL DIOS DIONISIO, DIOS DEL MÁXIMO PLACER EN LA TIERRA, PLACER COMPARABLE AL DE LA VIDA SUPREMA.
(En letra muy pequeñita y con distinta caligrafía pone debajo: «Obit in era LXXXXVIII post millesima», es decir: que Zait-Zamaliel, padre de Salb-Zait-Zamaliel, murió en el año 1060)


29
EL CUÑADO DE HONORINO CREÍA QUE ÉSTA ERA LA ESCRITURA MÁS IMPORTANTE.
(La próxima escritura es la más importante, no para Honorino y Domitila, sino para la Fe Cristiana, pues, gracias a Dios, se terminó aquella falsa religión que duró siglos en nuestras tierras, en las bodegas de León; y es por lo que nosotros, por la Gracia de Dios, estamos dentro de la Redención. No tiene fecha, ni dice quién la escribió, pero, por el contexto, parece deducirse que fue el mismo Salb-Ben-Zait-Zamaliel con su puño y letra, porque la caligrafía es muy distinta. Tiene repeticiones, sobre todo en lo concerniente al bautismo; pero la traduzco fielmente):
«Yo Salb-Ben-Zait-Zamaliel, hijo de Zait Zamaliel declaro solemnemente y pido bautismo para mí y para todos mis siervos; y a todos les doy el nombre mío, que es de mi abuelo materno: ARIAS, de Sancho Alfonso.
»Mi madre, antes de morir, me reveló que era cristiana y que cuando se casó con mi padre, cambió el nombre, de nombre Tereysa por Tidkar-Nur que en árabe quiere decir «Recuerdo de la luz» que es lo mismo que Tíscar-Nuria. Y que ella nunca me dió vino como al resto de los niños. Mi padre murió borracho y enfermo; y le dolía el hígado y se ponía amarillo.
»Mi madre me daba agua teñida de moras. Ella, en el mes de septiembre, cogía moras de los zarzales y preparaba un agua de moras que no embriagaba, y el color era igual que el color del vino; y así pasaron los años durante mi infancia; y no decía nada por la fidelidad que tuvo a mi poderoso y rico padre, que era el sumo sacerdote del dios Baco; y guardaba el agua de moras en un barril pequeño, en el que grabó mi nombre para que nadie bebiera de él, para que yo tomara de aquella agua, en vez de vino, en todas las ceremonias; por eso estoy cuerdo y no veo a Baco por ninguna parte, lo mismo que mi madre; por eso tomo los nombres de mis abuelos maternos y renuncio a todas las liturgias del falso dios Baco y pido al Dios verdadero, Dios de los Cristianos, perdón por todos mis ascendientes; y me retiro al valle de Valdueza con mi mujer y mis hijos a cultivar el campo y dono todas mis posesiones al Monasterio de San Pedro de los Montes de las águilas; y abrazo el bautismo de Jesucristo y tomo el nombre de mi abuelo materno: ARIAS, y de mi abuela materna DIDATA y que todos mis descendientes tengan el nombre de Arias. Mi madre era muy buena y sufría mucho cuando veía borracho a mi padre cuando adoraba a Baco con todos los fieles de la comarca. Los demás se emborrachaban sólo en las ceremonias y aquelarres, pero mi padre estaba siempre borracho. Y comprendí a mi madre y me compadecí del error de mi padre.

»Ella me reveló el secreto de que momentos antes de morir mi padre, agonizante, lo bautizó con agua de moras de nuestro barrilito en presencia de todos los fieles, que creyeron que lo rociaba con lo que ellos llamaban el divino licor, que era vulgar vino; y así ganó la salvación eterna, porque recibió Bautismo de Socorro».https://steemit.com/spanish/@jgcastrillo19/26-capitulo-veintiseis-escritura-cuarta-de-mi-novela-el-baco

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