viernes, 26 de julio de 2013

Preferentes


Confidencial, sólo para los amigos:
Vamos a hablar con el corazón en la mano, como si fuéramos de cuarzo, duros, pero transparentes:
Los viejos, el 99,9 %  de los viejos, por más que nos hagamos los sordos y los despistados, somos los que más entendemos de dineros, y cuanto más alardeemos de que somos de izquierdas, más nos hacemos los ignorantes en esta materia. Los que no saben casi nada son los directores de sucursales de bancos o de cajas, a los que sus jefes les colocan un traje y una corbata y los tienen horas y horas rellenando impresos.

Y no digamos los jóvenes. Precisamente los jóvenes son los que no saben diferenciar un fondo de un depósito; o una cuenta remunerada de una a plazo fijo; y no digamos entre una participación de empresa de una preferente o una acción de sociedad anónima. Y no hablo de memoria porque lo he comprobado con mis propios ojos.

Yo tenía unas preferentes -¡preferentísimas!- que con el anterior gobierno me bajaron a ocho, una absoluta ruina, pero ni protesté ni di voces por las calles, ni mentí, ni disimulé; no las vendí ni las moví. No hice caso a ningún periodista ni a ningún partido político. Le hice caso a Santa Teresa -alguna ventaja tenía que tener haber leído a los clásicos- cuando dice: “...en tiempo de tribulación no hagas mudanza...”

Las acabo de mirar, y en este año y pico ya se han convertido en treinta. Un poco más y creo que podré pagarme otro viaje a otro continente, de esos que me gustan tanto. Y me compraré una mochila nueva, que la vieja ya se me cae a trozos. Ah, y también una visera de ala ancha que me hace falta.

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